La desolada luna, que creíamos inmortal, ha desistido y se ha echado a llorar, por vernos enfrentados unos contra otros, por no reconocernos cara a cara, por olvidar demasiado pronto, por desistir tan temprano.
Se muere la hierba verde y ácida que tanto hemos pisado, y se mueren las almas que han ido naufragando, se ha perdido la costumbre de quererse ,y el miedo se ha apoderado de quienes aún pretenden amarse.
Extiendo el brazo y mi mano ya no recibe respuesta, tansolo de vez en cuando una puñalada trapera, y no de aquellos que me odian, sino de mis propios anhelos, que atornillan en mi memoria todo lo que no quiero.
Nos hemos convertidos en guardianes de nuestros secretos, en sombras que a contraluz persiguen sus recuerdos, somos lo que no queremos ser, y no hay lugar, no hay lugar en que me encuentre a mi misma.