Aparentan ser ingenuas, buenas, inocentes, casi niñas que no crecieron por asuntos varios que nunca se saben, o sólo conocen ellas. Eternas colegialas, incluso hijas de María con bandas y bandos difícil.Mente identificables. Son amables, risueñas, delicadas o cursis. Saben bailar el vals, tango y danza del vientre, porque asisten a clases de todo. Cerámica, macramé, flores ?naturales y de Bach- tarot, cocina, modos y formas. Perfectas anfitrionas pero amigas de nadie. Componen un hogar de loba en celo como caperucitas, agarradas al hombre que las mantiene. Su tono de voz es cálido, comedido y monocorde. Y las conversaciones justas para hablar del tiempo, los hijos, sus casas, vestidos y fiestas de guardar en las que se guardan mucho, pero que muchísimo, de quedar en evidencia. Este patrón no se hace, en realidad, se nace. La maestra es una madre que tampoco hizo nada excepto adoctrinar al respecto para reproducir patrones similares. A muchas no les sobra, pero tampoco les falta. Sus renuncios son pocos. Alguna llantina breve, caprichos conseguidos y llevaderos, consentidas por todos y princesas de cuento sin un final preciso. Puede que se resistan a conquistar amantes, aunque a veces no les quede otro remedio cuando se caen los ojos al tiempo que el abanico necesita su aire. Grandeza explícita que se revela en las reuniones sociales, bodas, comuniones y bautizos. Son de lo más perfectas en velatorios, funerales y lecturas testamentarias. Esperan. Las tontas siempre esperan su ruleta de la fortuna y la suerte del azar, sin participar siquiera en juego alguno. El riesgo es su enemigo y lo imprevisto su pánico. Clásicas ?no del todo- cosidas a los votos, supersticiosas, vírgenes, terrenales e implícitas. Participantes máximas por las flores de un día. Reinas de la concordia, apolíticas, breves, lisonjeras, madames, geishas, cotillas, memas. Su perfil no es exacto, como tampoco el cuerpo. Les levantan las faldas, pero jamás la mano. Consiguen temer al miedo y el miedo las teme. Tanto...