Años setenta, quizá. Un poco como todos, y en su mayoría, casi nadie a estas alturas. Los colocados y colocadas de antaño, sufren por una hipoteca encadenada a sus vicios materiales. Y quién lo iba a decir...bueno, lo digo yo. Nunca pensé que algunas me insistirían tanto en la depilación eléctrica. En esa postura lánguida de aquí estoy yo, negando lo que fui.
Ahora que se cuidan amistades, seleccionadas previa.Mente al paso de una suerte que te toca como se asignaría un bingo ?porque muchos no llegan al casino- ahora, insisto, olvidaron ser canallas. Qué poca gracia queda. ¿Volverías a coger aquel tren que amanecía un sábado, rumbo a ninguna parte?... Yo sí.
¿Pagarías la fianza del viejo amigo terco que no tiene remedio? ...Yo sí.
¿Correrías de noche, en busca de la loca que se encontraba en casa dios, quien sabe dónde, para sacarla del más oscuro aprieto?...Yo sí.
¿Ducharías al sucio borracho que se instaló en tu casa, a saber desde cuando? ...Yo también.
Os busco, pero no encuentro a nadie. Recuerdo aquella canción triste de Hill Street, donde la más pintoresca y real de las comisarías imaginadas retuvo a docenas de rebeldes. Y me pregunto yo si es que las causas se mantienen, son las mismas, o nosotros ?quizá- por eso del prestigio, hemos perdido tanto la memoria que incluso el nombre de pila se ha alterado.
Es una pena. Decían los egregios que el mundo no se para, que la vida es asiento, pero yo no consiento. Y me ha dicho mi madre que ya no tengo edad de este pelo tan largo, pero no me lo corto.