Directos al huracán mirando demasiado para atrás y sin poder ver nada por tener los ojos vendados. Vueltas y más vueltas llegando en cada una de ellas a un nivel superior como si de diversos dèjá vu se tratara que nos hacen ver que está en nuestras manos provocar un cambio en cada vuelta, que no se trata de un círculo. Como todo Fénix que al renacer tiene que volver a aprender desde la inmadurez que le supone conocer su vida anterior pero no saber aún cómo aplicar lo que en ella aprendió. La tele se estropeó mientras yo miraba la película. Fue un chispazo, pero me llevé la culpa por estar solo en aquel momento.
Opinión |
26 de junio de 2011
¿Solo? ¿Quién está solo? Ni siquiera quien quiere, ni siquiera quien así se siente. No somos islas, y en caso de serlo siempre nos llegará a través de la humedad el sabor de islas contiguas. Había alguien en la habitación de al lado que quería cambiar de tele cuando la antigua se estropeó a pesar de saber que yo no hice nada más que encontrarme cerca en el momento de mayor tensión eléctrica. Los aparatos se funden mientras la electricidad continúa circulando en la espiral. En aquel momento varios elementos con una gran carga energética coincidieron. Experiencias entrecruzadas ¿Casualidad? ¿No se buscan quizás las casualidades al dejarse llevar irremediablemente por el inconsciente colectivo que nos marca diferentes caminos a seguir? ¿Cómo sembrar el camino si aún no se decide cuál tomar? Quizás sea en esa decisión en la que dejamos nuestra primera semilla tras el orgasmo que nos provoca tanto la emoción de emprender algo nuevo como el perder la respiración por el miedo como les ocurre a los ahorcados. En ese momento no hay bien ni mal, no hay culpa, sólo inocencia, aunque hayamos escogido el camino más doloroso. Pero los caminos nunca son independientes, siempre se entrecruzan. Así nos conocimos. Así coincidimos en el maldito tiempo y el espacio. El tercero. Así lo siento hasta que vea que el 3 no se haga carne llegado el momento. Precisamente porque la sangre es la vida debemos vivir, no sólo sobrevivir, probando la sangre de aquellos cuyos dedos se fusionan a los nuestros de manera etérea pero profunda, con el suficiente espacio entre los átomos. La única obligación espiritual que tenemos es la de no ir en contra de nosotros mismos a no ser que pretendamos crear verdaderas catástrofes. Cuando uno habla consigo mismo habla con la esencia, e inevitablemente con aquellos con los que el inconsciente colectivo nos ha unido. Si no hay rencor, si hay perdón, si hay capacidad de mirarnos a nosotros mismos y a los demás limpiamente, no hay mal. Seguimos el insondable camino de la existencia y del bien. El tercero. Así lo siento, así siento que será mientras el 3 va encarnándose. Y ahora perdóname, tengo 3 locas a las que matar.