Hay un dilema frecuente al que muchas personas nos hemos enfrentado en distintas situaciones de nuestra vida: ¿defiendo mi dignidad y digo lo que pienso que me conviene a mí y al grupo al que pertenezco, o me acomodo y paso por el aro de un colectivo que actúa en contra de la dignidad humana para seguir aprovechándome de los beneficios insatisfactorios que recibo por mi complicidad?
Aunque mis padres amenacen con desheredarme, ¿decido libremente en mi vida y en mis relaciones personales o sigo eligiendo sólo los sentimientos, las palabras, los valores y las acciones que mis padres me imponen para beneficiarme de su patrimonio y del amor falso que mantenemos?
Aunque mi jefe evalúe de forma negativa mi desempeño en el trabajo, ¿denuncio sus actuaciones corruptas y las informaciones que oculta cuando sus decisiones están más a favor del grupo de marionetas que le apoyan que de la organización en su conjunto, o me callo para evitar conflictos y seguir cobrando hasta jubilarme dentro de 20 años?
Aunque un juez sentencie en contra de lo que es justo para mí o para otras personas, ¿denuncio que hay jueces más comprometidos con determinados poderes económicos o políticos que con la defensa de los derechos humanos y la dignidad de las personas, o me deprimo y hasta me culpabilizo por tener actuaciones honestas y no someterme a autoridades formales antihumanas?
Aunque algunos líderes políticos o sociales me marginen en el colectivo al que pertenezco, ¿denuncio las actuaciones y decisiones que priorizan intereses personales o grupales a los del partido y la sociedad a la que decimos representar, o prefiero aplaudir siempre al líder de turno a ver si me tiene en cuenta a la hora de repartir cualquier prebenda?
Hay muchas pruebas de que hoy existe un gran desequilibrio entre un yo falso muy desarrollado, dependiente de alegrías o amores mediocres, y un escaso desarrollo de vínculos honestos y amores auténticos basados en la libertad y la igualdad. Parece que en las familias, las empresas y las organizaciones sociales hemos aprendido a resignarnos aceptando que no podemos cambiar las situaciones que existen y que el grito de sálvese el que pueda suena cada vez más fuerte en nuestro interior a causa de miedos falsos.
Ojalá que este escrito y la invitación serena de una persona de 93 años que acaba de publicar el libro "Indignaos" nos ayude a salir de tanta indiferencia y de una vida tan inerte y sin sentido. Sabemos que la rabia racional nunca es rabiosa o violenta en sus manifestaciones y que sólo la experimentan las personas muy felices y con un elevado desarrollo personal. Por eso en la Escuela de Ecología Humana trabajamos para que haya una educación a favor del Ser Humano que nos permita a cada uno lograr una liberación interior y mejorar los diversos contextos de nuestra convivencia con los demás.