Algo debe estar cambiando. No me pregunten qué exactamente, porque es muy probable que mi respuesta no pasara de un mero farfulleo, de lo que cualquier perico pérez en la barra del bar podría contarles. Pero a la luz de los últimos acontecimientos debe inferirse que el mundo tal y como lo conocíamos ustedes y yo antesdeayer está tan próximo a acabarse como lo ha estado siempre, es decir, en la continua evolución que ha provocado incesablemente esos movimientos y escorzos de pliegue y repliegue que hemos dado en llamar periodos históricos.
Opinión |
30 de enero de 2011Domingo César Ayala Moreno
Si la caída del bloque comunista nos dejó como herencia loa hegemonía de una sola superpotencia estadounidense (la cual, si nos atenemos a la colonización cultural ?su idioma, costumbres, estilo de vida, cine, deportes?- además de la económica, ya lo era) y la debacle financiera comenzada hace ya cuatro años vaticinaba el fin del sistema capitalista tal y como lo conocíamos, nuestro lento proceso de descomposición me lleva a una conversación tenida hace unos seis años, cuando finalizaba mis estudios. El profesor Gaspar Garrote me ?alertaba? de lo que pasaría en breve: el advenimiento de la supremacía china en el orbe planetario. Según su teoría (que a mí, supongo que por mi desconocimiento del asunto, me recordó enormemente al eterno retorno nietzscheano) la clave estaba en su concepción del tiempo:
? Ellos no piensan el tiempo linealmente, como nosotros ?me explicaba?, sino de un modo circular. Esto quiere decir que todo vuelve a un sitio en el que ya ha estado antes, por tanto ellos deben volver a ocupar su posición. Por eso no tienen prisa y trabajan del modo en que lo hacen: si ellos fueron el comienzo de la cultura civilizada, la máxima potencia hace miles de años, volverán a serlo. No les importa cuándo, saben que ese momento llegará, y están preparados para que tal acontecimiento suceda.
Continuaba explicándome algunos detalles de su economía mixta, el impacto que los Juegos Olímpicos de Pekín tendrían en su país y en el mundo, cosas así. Ahora dos hechos refutan su tesis. De un lado, China ha comprado seis mil millones de euros de la deuda española, contribuyendo notoriamente al equilibrio económico europeo; de otro, hace pocos días abría en nuestro país la primera sucursal de un banco chino. Colonización para algunos, situación que se veía venir para otros, lo único cierto es que el gigante asiático está aquí, y lo más probable es que haya venido para quedarse.
El otro ?detalle? que no puede pasarse por alto es la rebelión de los pueblos contra la opresión en países de tradición antidemocrática, El ejemplo de Túnez ha corrido como un reguero de pólvora por Egipto, Yemen y Costa de Marfil. Estados gobernados desde ni se acuerda uno cuándo con mano de hierro por sus dictadores dicen ahora que ya está bien. ¿Será la señal de que países de fuerte implantación musulmana y del África negra van a demostrar que son más que los exaltados e inconscientes guerrilleros de los que todos tenemos imagen. Quién sabe, desde luego no es un principio deseado, pero tampoco es mal principio. Todo cambio abrupto ha ido precedido siempre de una catástrofe, bien sea en forma de revolución, de guerra o de hecatombe económica.
Lo que está claro, aunque no sepamos el qué, es que algo está cambiando. Y cuando el mundo se viene abajo, como decían en aquella película, a nosotros nos ha dado por enamorarnos.