Dibujos lineales nos dividen la tierra y se arranca del mapa una nación-noción por encima de todo. No cabe un alfiler. Las estatuas se pinchan, derriten su intención y mascan el recuerdo de un héroe que apenas pinta nada. La calle intransitable, colapsada y enorme, hierve al sol de este Julio.
No es mi guerra. Españoles en Cataluña. Catalanes en España. Un idioma pisado por los propios nativos, la burguesía pudiente que rechazó el catalán "porque no era fino". Los mismos que después, muerto el dictador, lo han reivindicado hasta la saciedad. Estuvo consentido pero jamás prohibido. Fue en la escuela Montessori, a los tres años, donde aprendí a sumar, restar, multiplicar y dividir. En catalán. Años sesenta. Que venga san dios si quiere y se atreva a negármelo. Lo hablé y lo hablo cuando me lo pide el cuerpo. No ha sido mi conflicto. Nada fundamental. Me sorprende contemplar cómo miles de personas se han lanzado a la calle... "Nosotros decidimos. Somos una nación"... no importa la crisis, no supone algo lo suficientemente grave, vital e importante como para tomar la ciudad reivindicando el derecho al trabajo, a una vivienda digna, a plantar el grito multitudinario de la queja general. Esto es lo que nos mueve, estemos como estemos. Por ello nos convocan y concentran de mil en mil. Lleno. ¿Completos?... No.
Que mi país sea España no me convierte en menos catalana ni en fascista. Pero la agresión fácil acude de inmediato si me atrevo a nombrar España. Amarilla y roja. Roja y amarilla. La España que hoy se grita en nombre de un equipo por victoria mundial. Cataluña es la afuera, el trozo de terruño que a zarpazos se cansa de ser reivindicado. Inde.Pendiente.Mente. No es mi guerra. Respeto la razón y multitud de asuntos que a la fuerza no existen dentro de mi pequeña fábrica de ideas. Repito: Me sorprende hoy la calle, atestada de gente, en busca de una patria que parte en dos su historia negando Tierra Madre.
¡¡Visca Catalunya!!
"¿España?. Un nombre. España ha muerto".
Luis Cernuda.