Saramago

Hace muy pocos días recuperé un artículo, escrito a finales del año 2000, en el que aprovechaba la lectura de La caverna de Saramago para intentar convencer a mis lectores potenciales que reflexionaran sobre una conclusión a la que había llegado. En ese momento ejercía de secretario general de un gremio de comerciantes y las circunstancias políticas decantaban la balanza claramente hacia la derecha (cada vez más reaccionaria), tanto en Catalunya como en España.

Opinión | 20 de junio de 2010
Esteve Canet

Me sentía incómodo defendiendo un grupo de gente que seguía asentado en las viejas ideas de siempre respecto a la relación con el poder político y los supuestos beneficios que podían obtener. Y en cambio los veía llegar a las reuniones de gremio, agotados y sudados, pero dispuestos generosamente a seguir batallando por lo mejor del colectivo y, por ende, de sus negocios. Se me presentaba una disyuntiva observándolos: su quehacer diario no tenía nada que envidiar, en lo social, a cualquier obrero de cualquier fábrica o industria, con el valor añadido que ellos eran los propietarios de sus negocios y estaba en sus manos esquivar ese esfuerzo; por el contrario, sus esperanzas de mejoras para su condición estaban basadas en las fuerzas políticas tradicionalmente más conservadoras y no contemplaba ni un atisbo de cambio en sus planteamientos presentes y futuros. Con el ejemplo de La caverna pretendía demostrarles que la idea preconcebida que traían consigo era equivocada y que los tiempos estaban cambiando; intentaba hacerles llegar el convencimiento que su oficio, artesanal, ya no era de interés para los políticos de derechas que fijaban sus esfuerzos en la defensa de las grandes superficies y de los grandes centros comerciales sino que un escritor como Saramago, intelectual de izquierdas, había escrito una novela que reflejaba fielmente ese choque de intereses. Me servía la relectura de este artículo hace unos días para valorar cómo han cambiado las cosas en diez años: donde están ahora los Aznar, Blair, Bush? y también la respuesta a la pregunta de donde estaba el armamento nuclear iraquí? Creo que la toma de conciencia de mi anterior y apreciado colectivo empresarial sigue su camino, cada vez de manera más acelerada. Pero además concibo en los últimos meses una mayor toma de conciencia de la ciudadanía en general. Es evidente que la crisis de la que nos hablan los medios influye en esa toma. Un escritor como Saramago y su compromiso político incontestable con la justicia y la igualdad social es aun hoy imprescindible pero no suficiente. Hoy más que nunca es necesaria una auténtica revolución de radicalidad democrática y de compromiso social y ambiental que solo el conjunto o una mayoría sólida de la ciudadanía puede ayudar a realizar. La obra de Saramago será un referente en los próximos años y décadas. Su literatura dará aún más fuerza a esa mayoría ciudadana que debe presionar al poder político y a los grandes intereses? Sirva este artículo como humilde homenaje a la persona y al escritor Jose Saramago, en el recuerdo siempre.


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