España

Érase que se era un país rojo. Encarnado en pasión y por su color muertos unos sobre los otros. Érase del engaño sobre el tinte, la mentira y la idea. Fueron los crucifijos, templos varios, iglesias. Contiendas atrasadas en almacenes rancios donde el lienzo, las telas, el tul de las mil novias, los novios engañados, la tuna, el estudiante, cromos. Érase que se era un país con falsilla., por hacer el intento de la recta escritura. Tras todos los telones y contiendas, incluida su guerra de mentira.

Opinión | 20 de septiembre de 2009
Consuelo G. del Cid Guerra

España es un timón atragantado. Un yate a medio gas con polizones, a falta de onerosas carabelas, a falta de señores, de sabios laureados , de verdad sobre el verbo. España se nos va del otro lado, a merced de las horas y su acontecimiento. España muere aquí, donde tu dejes neto todo lo que has llorado, llevado, insistido, calcado sobre ti.. No eres más que el color de su tortura. Te han quemado la idea. La seda tiene forma de retal, de parche al firmamento. Te han cambiado los dioses, la dosis, las montañas y hasta la conclusión de tu alimento. La calidad del mundo es tu cualidad de vida. Te engañan como a un necio con esas letanías, patrañas y parábolas, fabulillas y cuentos. El mapa del criterio, los sables y las bombas. Tu corazón explota legalmente bajo una luz extraña, endemoniada a veces. Un enjambre de miembros revoluciona a tientas este lugar de tontos encomiables. De tercos. De potentados sordos, toscos y peligrosos. Tan ácidos como el final de todos los venenos.

Te reto al no va mas de la ruleta. Apuesto o pujo un par de corazones limpios. Veras que no interesan, contemplaras, atónito, el galopar canalla de los caballos blancos, que al galope te aguardan. Que con bozal los perros se reproducen solo en su autentica raza. No encontraras más pies sobre el tacón de aguja. Seguirás, contagiado, sobre un camino sucio de lianas y esporas. De sarmientos sin héroe, de niños sin mañana. Les contaran mil cuentos de lo que ha sido estar, saber muy por encima de las cosas, y el asunto final se quedara sin acta. Serás objeto tonto de una canción sin nada. Recurrirás al tiempo en que el rojo era idea. Buscaras algún santo que te de la razón. Pedirás un autógrafo al que fue un buen ladrón. Te habrás creído todo de la música sacra, de los manuales, textos, marketing, relicarios, ofrendas y pancartas. Y a solas con la escasa valía de tu tuétano, vas a salir al aire con un arma de fuego.

No fuiste pobre, ni rico, si siquiera aspirante. No te sirve de nada la mansión contagiada. Cogido a sus cimientos intentaras en vano escalar una a una las vigas que aun tienden al cielo su madera gastada. Insistirás en ellas porque te va la vida, su escritura y el suelo de un sin vivir que no es asfalto, musgo, cemento o rodapiés . Se te va como tierra que jamás , aterrada, contemplo un episodio tan triste como el lomo de aquel, tu catecismo. Descreído y ausente rezaras a un dios nuevo que existe sin memoria. Dudaras de este año y de todos los bisiestos. Miraras a tu hijo salpicado de dientes ajenos y creerás que la sangre era solo un color. Una hoz de platino y un martillo de hierro han caído hacia atrás, casi rodando. Se escucha su estupor, se aventura, insistiendo, y dibujan el mapa de lo que pudo ser. De lo que se ha dejado, pasando al entretiempo. De la huella al espejo. Desde el clavo a la flor. Habría sido hermoso. Tenía la promesa y el cáustico sabor de una batalla. La privada razón y el sabor único. Podría debatir eternamente. Te diría que fue antes de los permisos, de las leyes. La embarcación es vieja para todos nosotros. Su metopa no es otra que la ley del Talión. Por dejarse llevar se nos ha roto. Érase que se era un país rojo. Aparta de mí su sangre. Abre en canal su frente para cuando me vaya. Nunca podrás imaginar, siquiera, como amaba yo España.


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