Lo de Sijena for dummies

Lo de Sijena for dummies

Esta madrugada, con un amplio despliegue policial, se ha iniciado el traslado de las obras de Sijena a su presuntamente legítimo lugar, de donde presuntamente nunca debieron salir.

Opinión | 11 de diciembre de 2017
Pere Borràs

Y todo seguirá siendo presunto hasta que no haya sentencia firme, que no la hay, aunque eso poco importa.

Más allá de las distintas opiniones que cualquiera pueda tener sobre la legítima titularidad de las obras, asunto bastante farragoso por cierto, la verdad es que va a resultar prácticamente imposible poder ser justo con ambas partes, tanto con Sijena como con Lleida aunque eso, sorprendentemente, no es el meollo del asunto. Pero toquémoslo en primer lugar para contextualizar la parte visible del tema antes de explicar qué está pasando en realidad.

El retorno de las obras que desde que se vendieron hasta hoy se encontraban en el Museo Nacional de Arte de Catalunya en Lleida se practica con la intervención de la policía judicial por orden del Juzgado de Instrucción número 1 de Huesca, en aplicación provisional de sentencia judicial. Sin entrar en pormenores, la cosa más o menos se podría resumir en que aunque las obras fueron vendidas, allá por los 80, no las vendió su legítimo propietario (la Comunidad de Sijena) sino la priora de Valldoreig. Como casi siempre, pones algo en manos de una monja y la lía parda.

Se trata de una aplicación provisional porque, como ya se ha dicho hasta la náusea, la sentencia no es firme. Este punto ha desatado la ira de muchos que afirman, los más cautos, que no es prudente ejecutar una sentencia no firme. Los menos, que es un ataque a Catalunya por parte del estado español en un ejercicio abusivo de la aplicación del artículo 155 de la Constitución española.

Lo cierto es que el 155 poco tiene que ver con todo ello, salvo la titularidad de la responsabilidad de quien no ejecutó los autos de devolución provisional en su día, que ahora recae en el ministro de Cultura y no en el Conseller de la Generalitat, y la posibilidad práctica de orquestar las instituciones y organismos implicados en su ejecución. Pero ha sido un juez, y no el ministro ni conseller alguno, quien ha mandado a los maderos, así que no es el 155, sino otra cosa que luego explico lo que ha movido todo esto.

Hasta aquí, un poquito, el rollo legal.

Y es que por mucho que Albert Rivera, con aparente razón, haya dicho que "los tiempos judiciales no los marcan los políticos", los últimos acontecimientos en la convulsa vida política en lo que a la relación de Catalunya con España se refiere, demuestran que aunque eso puede que sea así oficialmente, en la práctica la cosa es bien distinta.

Pero todo esto es un rollo.

Lo cierto es que el auto de devolución existe desde el año 2015. Si un juez da la orden ahora, precisamente ahora, puede que sea por casualidad, pero no se lo va a creer ni el Tato. Y el Sr. Tato no se lo va a creer porque pensará que es mucho más probable que le hayan dado un empujoncito para tomar la decisión de mandar a la poli a Catalunya a tomar unas obras de arte que, a ojos de un buen puñado de españoles, se verá como un acto de justicia de devolver al César lo que es del César, máxime cuando el César es él.

¿Pero quién podría tener interés en montar semejante revuelo precisamente ahora, en Catalunya, a días de elecciones, a sabiendas que al electorado catalán esto lo puede (lo va a) cabrear y volverlo más indepe? Pues quien sabe que Catalunya ya está perdida. Está perdida, Mariano. Lo está. Y como lo está, vamos a sacarle rédito político a todo este pastel. ¿De qué sirve no enfadar a los votantes catalanes si en las próximas generales, probablemente, no van a contar? Saca todo lo que puedas, enséñale a los que te votan lo mucho que te preocupas por lo que es suyo, y tira p'alante.

Y todo sigue su cauce. Los indepes, más indepes. Los unionistas, un pelín menos descontentos. Los unionistas catalanes no, claro, esos se quedan y les va a caer la de Dios es Cristo, pero pronto dejarán de importar. Y la poltrona, esa querida poltrona desde la que se puede hacer y deshacer a conciencia y conveniencia, más asegurada.

Eso. Eso, es lo que está pasando en Sijena.


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