Andrea. Calle de los amigos, número 1

Andrea. Calle de los amigos, número 1

No seré yo quien colabore en extender ese manto tan blanco y sepulcral que envuelve la impunidad. No voy a ser cómplice. Me niego. Aprendí hace ya mucho a llamar a las cosas por su nombre, pese a quien pese. Ahora, este peso es irremediablemente propio. Escribo con el corazón roto y probablemente sea leída con el hígado.

Opinión | 17 de noviembre de 2014
Consuelo G. del Cid Guerra

Calle de los Amigos Número 1, esa era su dirección. La que ahora adquiere un significado tan intenso. Estaba llena de luz, respiraba alegría por los poros. Era capaz de estirar los últimos diez euros hasta el fin del mundo y de hacer un banquete con tres patatas mientras tejía aquellos exquisitos bikinis de ganchillo. La casa era una delicia propia, hecha a conciencia. Cada rincón, cada planta, cada almohadón. Era rebelde, insumisa, antisistema. Se reafirmaba en su propio discurso repitiendo una y otra vez aquel ?¿Vale??... y vaya si valía. Era su peso en oro, específico, tierno, terco hasta la saciedad. Estaba llena de futuro, de ilusiones, de magia. Tenía el pie pequeño y el alma enorme. Dibujo su silueta con los ojos cerrados, la busco entre las flores que han inundado su adiós.

Se propuso conseguir un piano, y lo consiguió. Era maestra del trueque, del apaño, de la improvisación. Reía con el descaro de las personas distintas, especiales por demás, y tenía verdadera pasión por el tango. Algunas tardes en el Teatro Goya, con Carlos Daurat, el maestro. Me hablaba de Gardel, de Manzi, de la eterna milonga, de Argentina. La ví llegar, chiquita, hará más de dos décadas, y se quedó conmigo. Me enseñó muchas cosas. Vivimos casi todo lo que pasa en la vida. Encuentros,días, noches, alegrías, penas, nacimientos, cumpleaños, navidades, veranos. Y ahora todo lo siento extraordinario, como ella.

Hubo horas de angustia en los últimos tiempos. Un plazo que no acababa, que se nos hizo extenso. Decía: No te preocupes. Y yo me preocupaba. Buscaba una razón, el sentido común, la lógica aplastante. El final de una época que prometía mucho : Volver a vivir de nuevo. Extender un camino y trazar una meta. Renacer del encierro que asfixiaba su ser. La quería con todo mi corazón, y lo sabía. Ahora, como su tango, tengo el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez.

Por Andrea.

Víctima número 11 de violencia de género en Cataluña.


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