Felipe González, el ex socialista -perdón, quise decir "el ex presidente socialista"- se despacha soltando que no se someta al actual presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, al famoso "Váyase, Sr. González", sufrido en sus carnes por boca del que pretende volver, José María Aznar. Con esto acaba de perder mucho voto perpetuo, voto de pobreza y prácticamente todas las virtudes. Y yo que le crei inconsútil (váyanse al lunfardo ¿acaso no nos soltaron ellos la palabra escrache?). Hagan juego, señores. Hagan juego.
Felipe González se refiere a la corrupción como "desechos de la enorme tormenta de la época falsa o medio falsa prosperidad que ha vivido España y que ahora está llegando a la orilla para pillar a la justicia desbordada por los acontecimientos".
Y algunos, descreídos, resulta que no nos lo podemos creer. Quién le ha visto y quién le oye, cual bucólico cuidador de bonsais, los árboles enanos más caros, la pana que abandonó, las medias de cristal resucitadas en miles de piernas progres cuyos calcetines anónimos huyeron en cuatro días, cuando la arruga era bella.
Si la justicia se desborda, lo bordado en rojo -ayer- no nos dá para pipas. Ahora nos sales tú, precisamente tú, hablando de "medidas políticas muy severas para frenar la corrupción, sanear el país y poder acometer las reformas institucionales requeridas".
Hablas de "un juego de sombras con respecto a la exigencia de publicar la renta de los políticos, de medios de control más severos". Dices que sería "inconcebible que responsables políticos que han estado metidos en todos los líos que han estado metidos volvieran a presentarse y ganaran más votos". Que "ha cambiado radicalmente la sensibilidad social y hay un problema muy difícil pero extraordinariamente importante, que son las redes sociales".
Y sigues defendiendo a Mariano. Pues verás, Felipe: Devuélveme el rosario de mi madre y quédate con todo lo demás.