Actores, directores y el señor del palito

Dicen que las señoras, con los años, se ajamonan o amojaman. Yo creo que, los actores, con los años aprenden muchísimo (los malos se vuelven aceptables y los buenos excepcionales) o se amaneran irremediablemente. Un ejemplo de esto para mí es José Sacristán, un actor mediocre (perdón, sé que tiene muchos fans) con destellos gracias a magníficos directores (Viaje a ninguna parte, Un hombre llamado Flor de Otoño...), que se ha amanerado estrepitosamente, que parece amable, incluso encantador, pero que está convencido de que es una de las grandes figuras de la escena española.

Opinión | 23 de septiembre de 2011
Ana Serrano

oy, una amiga ha colgado un fragmento de un corto de Arturo Ruiz Serrano, sobrecogedor en que Sacristán recita. Últimamente recita mucho a lo que le ayuda una de sus mejores cualidades, su poderosa voz. A mí me parece una escena antológica y no sólo, evidentemente, por el Benedetti maravilloso que recita, por esa voz dramática y hermosa que posee: por lo que es la escena en sí, de un dramatismo y una ternura acongojantes. Al verla hoy de nuevo (vi este magistral corto hace tiempo), he pensado lo mismo que cuando lo vi entonces: Sacristán ha aprendido y es un magnífico actor.

Pues no. Tengo pendiente explicarle a un amigo, sobrino de adopción, de aquí, Floren Aparicio Duval, para qué sirve "el señor del palito" (el director en una orquesta) cuya función, el hombre, no logra entender. Sirva esto como ejemplo preparatorio a esa explicación, de para qué sirve un director de cine (algo que todo el mundo tiene muchísimo más claro, pero que es parecido). He ido a buscar más fragmentos de cosas de José Sacristán, más o menos de la misma época y lo he encontrado en un acto de homenaje a Miguel Hernández, donde, evidentemente, no había director y, desde las vulgares palabras con que presenta el poema que recita, donde al comienzo, por cierto, está los que Benet utilizó como título de una de su obras:", hasta el modo de leerlo, enfático y torpe, me ha aclarado que sigue siendo el de siempre y me ha vuelto a deslumbrar la labor sorda y callada pero fundamental, de un director.

 


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