23-F, La Noche Catalana

23-F, La Noche Catalana

El núcleo del sidral es conocido de sobras: Madrid, Congreso de los Diputados, seis y veinte de la tarde del lunes, 23 de febrero de 1981. Todos al suelo, y treinta y siete balas que impactan en la bóveda decimonónica y en la tribuna de prensa del hemiciclo.

Opinión | 23 de febrero de 2009
Jordi Mata i Viadiu

Comenzaban las 18 horas más largas de la historia de la democracia. Nervios en todas partes, Catalunya incluida, donde el famoso y nunca confirmado, vía teléfono, "Tranquilo, Jordi, tranquilo" del rey al presidente de la Generalitat, ha ensombrecido muchos de los detalles de la crónica de aquella noche en el Principado.

COMIENDO CON EL ENEMIGO

La cronología del golpe, en lo tocante a Catalunya, arranca en octubre de 1980 con una comida, a posteriori controvertida, que reunió a los socialistas Antoni Siurana, Joan Raventós y Enrique Múgica en casa del primero, entonces alcalde de Lleida, con el general Alfonso Armada, gobernador militar de la provincia y uno de los jefes de la sedición. La impresión que ha quedado de ese encuentro es que Armada quería sondear a quienes entonces estaban en la oposición. Igual de ambigua fue su actitud ante el matrimonio Pujol-Ferrusola en otra comida, esta privada, en la Casa dels Canonges, una semana antes que Tejero asaltase el Congreso. El general, que se despedía de las instituciones catalanas al haber sido nombrado segundo jefe del Estado Mayor del Ejército, replicó con un misterioso: "Esto ya lo veremos" al convencimiento de Pujol y su esposa que Leopoldo Calvo-Sotelo sería escogido presidente del Gobierno en substitución de Adolfo Suárez, que hacía poco había dimitido.

LAS COSAS DE PALACIO

En el palacio de la Generalitat, la tarde que estalló la crisis, Jordi Pujol se entrevistaba con el capitán general de Catalunya, Antonio Pascual Galmés, para hablar de la organización del día de las Fuerzas Armadas, que debía celebrarse en mayo en Barcelona. Se enteró de lo que pasaba en Madrid justo cuando se había despedido del militar.

Les horas siguientes fueron frenéticas en el palacio, que cerró las puertas a las siete. La Mesa del Parlamento compareció allí al completo con su presidente, Heribert Barrera, al frente, mientras se asociaba al golpe un corte de luz que afectaba al barrio de La Ribera y, en consecuencia, a la cámara catalana. Raventós llamó a Pujol para proponerle vigilar los cuarteles, lo que este aceptó y permitió que militantes de ambos partidos controlaran los movimientos que pudieran producirse en los centros militares. A las ocho y media, la gente concentrada en la plaza Sant Jaume exigió ser informada y un mosso d'esquadra, fuera de si, agredió a un reportero gráfico de l'Avui. Años después, quien era secretario general de la Presidencia, Lluís Prenafeta, recordaría el pesimismo de los miembros del Consell Executiu, lo bastante acentuado para que uno pensase que acabarían en el campo del Barça, una alusión al golpe de Pinochet en Chile, y otro plantease la conveniencia de huir por las alcantarillas.

A les 20:20 Pujol y el rey se comunican telefónicamente, y a las 21:45 el presidente se convierte en la primera autoridad democrática que se presenta ante todo el mundo desde el instante del asalto para transmitir un mensaje de calma mediante los micrófonos de RNE, quizá a la vez que, según rumores no confirmados, un mando de los mossos, dirigidos por el capitán ultraderechista Beltrán Gómez Alba, preguntaba cuando tenía que detener "a esos payasos", refiriéndose a los Consellers.

Pero la apuesta de Pujol por la normalidad, pese a gozar de un amplio apoyo y secundada por Narcís Serra y Josep Coderch, alcalde y gobernador civil de Barcelona respectivamente, topó con el secretario general de CC.OO. en Catalunya, Josep Lluís López Bulla, que hizo un llamamiento a los trabajadores convocándolos a una huelga como medida contra el golpe. A medianoche, en palacio, Pujol y López Bulla se enfrentaron agriamente por esto sin llegar a ningún acuerdo, mientras los dirigentes del sindicato escondían sus archivos para evitar represalias en una polleria cercana al mercado del Clot y los de Unió Democrática los distribuían por domicilios particulares. El retorno a la clandestinidad planeaba por muchas mentes.

SERENIDAD POR ENCIMA DE TODO

Fuera de palacio, Barcelona estaba tranquila, incluso demasiado: a las tres de la madrugada, la guardia urbana contabilizó solo seis transeúntes en la Rambla. Pero a les ocho se acabó la quietud: tres hombres y una mujer de instintos franquistas, armados con cadenas y porras, hicieron destrozos en la estación de metro de Sagrera. Más graves fueron los sucesos de Santa Coloma de Gramenet: desde un coche, unos desconocidos ametrallaron el ayuntamiento, en concreto la sala donde solía reunirse la comisión de gobierno municipal, que por suerte estaba vacía, y huyeron inmediatamente. En Premià de Mar, un grupo de falangistas se plantó también ante el ayuntamiento, algunos con pistolas y una lista negra de políticos y periodistas, siendo detenido por la guardia civil local. En algunas residencias de oficiales, como la del Batallón de Cazadores de Montaña de Berga, eran minoría los que no jaleaban a Tejero. La llamada a la huelga hecha por CC.OO. se notó en empresas importantes (Correos, Telefónica, Seat, La Maquinista, Pegaso, etc.) de Barcelona, Baix Llobregat, Vallès Occidental y el Maresme... Finalmente, a lo largo del día 24, la huelga se desconvocó y Pascual Galmés, cuya actitud en medio de la tensión provocó los recelos de Pujol, fue a la capitanía general de Valencia a sustituir al arrestado general Jaime Milans del Bosch, otro de los responsables del golpe.

La involución se había desactivado, pero tuvo un epílogo de particular incidencia para Catalunya. Los partidos mayoritarios, UCD y PSOE, anunciaron en abril su intención de pactar el desarrollo de las autonomías, al que se atribuía en parte el ruido de sables sufrido, y perpetraron la Ley de armonización del proceso autonómico (LOAPA), que pretendía frenar las peticiones para que todos los territorios fueran considerados nacionalidades y recortar la soberanía de aquellas que, como Catalunya y Euskadi, lo eran de pleno derecho. Se iniciaba una nueva y dura batalla política.

¡Menudos follones dejó en herencia un "torero", según se escribió en alguna prensa del extranjero, al entrar en el Congreso de los Diputados!

 


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