Semejante mensaje he leído de mi amiga Patricia, creyendo que se trataba de una broma. Pero no. El resto de los mensajes hablaban de lo mismo cuando he empezado a responder rápidamente a grito pelado. Menudo lunes. Los voceadores, los tibios, los adheridos, la derecha, la izquierda, el pueblo llano, el hondo de esta España tan profunda que duele como nunca, se despachan a gusto aireando la frase y el titular más célebre que recordaremos en mucho, mucho tiempo. Y justo ahora, que cada uno es muy dueño de pensar lo que quiera, de hacer lo que pueda para sobrevivir con el país roto por completo.
no somos súbditos, procede un referéndum en condiciones que nos consulte Real-Mente si queremos o no una monarquía que apesta por todas partes. Y tras semejante acto se esconden otros que desconocemos, a saber qué artimañas, con el objeto de distraer a la población a lo grande, que la ocasión lo merece.
Pasaremos días cortos pegados al comunicado, sonriendo la ñoñería del pobre viejo campechano que se despide, le daremos las gracias por tan noble trabajo mientras a unos se les saltan las lágrimas y a otros se nos eriza la piel. España suspira por dentro y desde fuera, con la pena del expatriado y la desesperación del que todavía está y tiene casa, perdido en sus propias deudas y comiéndose las uñas. Puede que muchos seamos ya muy pobres, pero no tontos: Adiós, Rey. Concédenos, cuando menos, el honor de seguir resistiendo.