La mosca cojonera avanza. Su zumbido incómodo atropella el espacio. Medio ambiente. Indecente. Puede que continúen criminalizando las verdaderas protestas. Patear el asfalto es asunto del hombre. Arrimar el hombro una forma de ser.Pueden cambiar las formas, engañarnos mil veces, pero una gota tóxica ha estallado en el cuerpo. No vaciamos los bancos porque nos quedábamos sin nada. No seamos idiotas. La debilidad mental comienza cuando falta el alimento básico. Lo lógico es gritar, y lo sagrado, tú.
Editorial |
18 de diciembre de 2010Consuelo G. del Cid Guerra
Esto ya no nos dá para otra vida. El cansancio acumula fantasías derivadas de un lujo tan mediocre que la caligrafía olvidó su sentido. Invocamos a dioses, brujas y sanadores. Convocamos al tonto por enésima vez. Tanta acumulación nos ha hecho tontos del bote. Un bote más vacío que oxidado. Maquillamos las llagas. Levantamos el cetro del innoble. Los nombres. El político. Su mentira carnal. El hueso que sostiene a una madre sin patria.
Ya fuimos delincuentes una vez, cuando no nos callamos. Libertad de ocasión y expresión de mentira. Fábula. Nueva era. Siglo que se ha enfermado de forma voluntaria.
La palabra es la fuerza y tus ojos la luz. Manipúlate a solas para pecar a gusto, pero no te despojes del halo que en tu alma dibujó los derechos, la victoria, el estilo, la verdadera esencia y tus razones. Impuras, puras, malditas, comprendidas, desajustadas, pobres, estrechas o alargadas. No es lo mismo. Valga la condición, el final de un sistema creado para matarte. Para matarte en vida como un reptil perdido que no encuentra su invierno. El averno es la casa del rey que no te mira. El banco que te insulta y la caja que acoge los cadáveres. Asocial. Extremista. Delincuente. Aunque te peguen, grita. Aunque me maten, soy. Por pensar se estrechaba la puerta de tu casa. La que ahora te quitan. La amenaza latente subliminal que incita a torear sin plaza la ciudad que has amado, el país que te trajo y al amigo que falta. No falles. El miedo no es excusa porque ya hemos perdido la razón.