Qué bellos y perfectos sois, qué simétricos y complementarios. Os he respirado tanto que el opiáceo humo que os envuelve ya forma parte de mí. No entiendo por qué no me dejáis ser una enredadera que suba por y a través de vosotros, y vivir entre el tallo y los pétalos. No dejaré que estas flores se sequen como lo hago yo, ni que mueran como los nomeolvides que dejé a vuestros pies. ¿Queréis ver mi sexo y mi vida? Miradlas a ellas. La placidez que ansío. Por lo menos así soy dueño de vuestras siluetas.