Petas y sodomía

Petas y sodomía

A lo largo de la Historia de la Literatura son numerosos los ejemplos de creadores líricos cuyas tendencias sexuales han sido censuradas por su antinaturalidad (como si hubiese algo más natural que la forma de sentir de cada uno) en virtud de la normativa social o, por mejor decir, el dogma religioso. No sólo se pretendía con ello coartar libertades fundamentales y pisotear aquello con lo que no se estaba de acuerdo o amenazaba los espurios intereses de los que detentaban un poder basado en la autoridad moral, sino que yendo más allá el objetivo consistía en arrogarse una cierta potestad sobre el arte y sus patrones estéticos.

Cultura | 13 de enero de 2010
Domingo C. Ayala

En un alarde de cerrilismo y mentecatez, debieron pensar que la sensibilidad, caso de ser cosa de hombres (la espada es mucho más masculina), no puede ir encaminada sino a cantar a la amada, nunca al amado. El afeminamiento de los poetas se ha visto, por tanto, como la corrupción del arte que, sin embargo y en múltiples ocasiones, ha crecido y se ha visto mejorado gracias a los homosexuales y sus cuitas de identidad.

El fin de semana de su estreno vi El cónsul de Sodoma, una película con un título de pésimo gusto -empezamos mal- sobre la vida del poeta Jaime Gil de Biedma. La cinta ha despertado fuertes polémicas por el tratamiento de algunos personajes, por las escenas de sexo homo explícito y sobre todo por centrarse en un aspecto, el íntimo, que desdibuja en cierto modo la figura de uno de los creadores más influyentes de la segunda mitad del siglo XX literario español. Acudí, condicionado por esta cuestión de fondo, y tras poner sobre aviso a mi compañera de experiencia, esperando salir decepcionado de la sala. Ciertamente, la cantidad de sexo es excesiva, pero menor de lo que yo esperaba. Menor de lo que yo desearía es la atención que se le presta a lo realmente literario, el elemento que a mí más me interesa de Gil de Biedma. Me preocupa que aquellos que no conozcan al poeta lo tengan por un lascivo sodomita despreocupado e incluso vago para con su obra. De modo similar, la película ofrece ciertos matices interiores de la contradicción vital del personaje que se diluyen en el marasmo orgiástico que parece ser la única cosa importante que se nos pretende contar. Si bien a medida que avanza el metraje el furor de los primeros minutos desciende, siguen planeando las imágenes de chaperos, burdeles, antros de ambiente, en los cuales Gil de Biedma se mueve como pez en el agua derrochando billetes y dejándose la vida. Para que se hagan una idea, no es hasta la penúltima secuencia de la película, con un poeta ya seriamente enfermo y casi terminal, cuando se muestra una imagen de un recital.

Los actores están bastante bien, Jordi Mollá es solvente, aunque a veces intente apropiarse demasiado del personaje abusando de sí mismo. Bimba Bosé ni fu ni fa, desde luego sabe mirar y moverse, pero habrá que esperar a ver si esa frialdad es parte de su personaje o marca de la casa. Escasos Josep Linuesa y Alex Brandemühl, se les podría haber sacado mucho más partido a los personajes de Barral y Marsé. En general, como he dicho, la película se queda corta en casi todo. Aunque ya supone un motivo de celebración que nuestro cine se acerque a los biopics de las figuras literarias patrias, como han hecho tantísimas veces (con bodrios importantes en algunos casos) las cinematografías extranjeras.

Enlazando con el comienzo, la homosexualidad, velada o no, influye en la obra de los poetas, pero creo que no más que otras circunstancias a las que, puesto que son menos morbosas y pueden servir menos para hacer daño, se les presta una atención mínima en comparación con este asunto. Y Gil de Biedma es un poeta como la copa de un pino.


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