Una noche, al amparo de la oscuridad, el malvado hechicero plantó una semilla en un tranquilo y hermoso jardín.
Cultura |
16 de junio de 2009Tali Viana
El búho lo vio pero no dio la señal de alarma, pues pensó que era un amigo que venía a embellecer más aun el jardín.
La cizaña creció, hermosa y fuerte, atrayendo con sus grandes flores rojas a todo el que la veía, y al mismo tiempo envenenando y destruyendo al
resto de flores y plantas del jardín.
Algunos se dieron cuenta, pero no les importó. "Si muere este jardín, encontraremos otro donde descansar", pensaron.
Otros se acercaron, pero al toparse con sus espinas se acobardaron, y muy apenados, pues realmente apreciaban ese hermoso jardín, huyeron.
Unos pocos, cubiertos de guantes, consiguieron arrancar la cizaña antes de que terminara destruyendo completamente el jardín, pero no quemaron sus raices.
El malvado hechicero ríe feliz en lo alto de la torre, pues la cizaña, más pronto o más tarde, volverá a brotar