Los mentecatos no aman

Los mentecatos, según su definición etimológica, son las personas captadas o secuestradas por su propia mente y la mente colectiva o cultura en la que han sido educadas por medio de experiencias orientadas a lograr un resultado claro: ser conformistas y esclavos de los aprendizajes del pasado, sometiéndose a las normas y límites de moda, repitiendo conductas improductivas o círculos viciosos que llevan a más malestar y asumiendo engaños e injusticias que impiden experimentar la propia libertad de pensar, sentir y actuar para disfrutar de estar bien en el presente.

Cultura | 14 de junio de 2009
Juan Antonio Saavedra

Conviene desenmascarar a estos prisioneros de su propia mente y conocer algunas de sus típicas mentecatadas porque, a no ser que aceptemos ser cómplices de su mediocridad, representan un peligro muy grave para las personas que queremos convivir respetándonos como miembros de la especie humana.
Una de sus mentecatadas es que están convencidos de que lo natural es el malestar y, como ellos se sienten presos de su propio sufrimiento, creen que sólo pueden compensar sus malos rollos si logran extender su influencia negativa cada vez entre más personas. Son tan tóxicos que, a veces, podemos percibir hasta sus malos olores, ya que no tienen posibilidad de librarse de su basura mental.
Otra mentecatada es que se sienten con derecho a dar interpretaciones formales de lo que todos debemos pensar y sentir, invadiendo la libertad de cada uno a tener su punto de vista o violando los límites materiales del cuerpo o de las propiedades de otras personas. Como algunos de ellos llegan incluso a ocupar puestos de responsabilidad en ciertas instituciones sociales, a veces obligan a otros a respetar ciertas normas pero ellos siempre encuentran formas de saltarse leyes y derechos que dicen respetar.
Otra de sus mentecatadas es que saben rodearse, sin importarles el coste de mantenerlos sometidos y dependientes, de ayudantes mediocres y analfabetos emocionales que les sigan por pendientes cada vez más destructivas y se encarguen de hacer el trabajo sucio que pudiera afectar a la buena imagen que siempre están obligados a mantener.
En la Escuela de Ecología Humana nos entrenamos en protegernos de tantas mentecatadas, empezando por ese mentecato potencial que ya está dentro de cada uno por la mala educación recibida. Pero hay una que resume la amplia lista de comportamientos que nos hacen estar presos de nuestra mente. Quizás la raíz de todas las mentecatadas, como dice el título de este escrito, es la incapacidad de sentir amor auténtico hacia uno mismo o hacia otras personas.
La carencia de amor hace que los mentecatos encuentren siempre justificaciones y nunca se sientan responsables de las consecuencias de sus actos: si la maté es porque era mía y ella intentó irse con otro, si lo soborné es porque soy un buen creador de puestos de trabajo y premio a los que se portan bien, si le declaro la guerra es porque no aceptó las buenas condiciones que le ofrecimos en una negociación, si lo despido es porque se opuso a las arbitrariedades de nuestra política de remuneración, si digo que te quiero es porque me interesa que me des eso que de otra forma no podría obtener.
Lo más grave y peligroso de tanta mediocridad es que, a pesar de no sentir nada de amor auténtico, los mentecatos son muy hábiles en usar múltiples y sutiles máscaras con las que aparentan formas falsas y seductoras de amor hasta lograr enredar a sus ingenuas víctimas en laberintos sin salida. Se siente en la sociedad un grito incontenible de rabia ante tantos amores que matan. Cada vez somos más los que no podemos reprimir nuestro rechazo ante tantos amores falsos mientras se reprimen las emociones auténticas.
Para terminar, querido lector, te animo a unirte a las muchas personas honestas que sabemos que el amor no es un concepto que nuestra mente pueda conocer, sino la capacidad de reconocer algo que es diferente a nuestra mente, la experiencia de ser seres humanos. El amor no puede enseñarse en una clase de contenidos lógicos y racionales, sino experienciarse, a través de un descubrimiento personal, cuando creamos espacios seguros en nuestras relaciones para que cada persona pueda ser el ser humano que es. Necesitamos más educación emocional y más espacios de unión y amor para protegernos de los que matan y destruyen. Necesitamos relacionarnos en libertad y no en prisiones mentales o culturales.
Jan Antonio Saavedra Quesada. Director de la Escuela de Ecología Humana. www.ecologiahumana.es

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