Pocos rincones hay de Aragón y, sobre todo, de su querida Zaragoza, además de otros muchos de diferentes lugares del mundo, que no han sido acariciados por su cámara. Juega con las luces, hace malabares con cualquier rincón y capta su esencia, haciendo que no pase desapercibido, aunque con nuestros ojos no nos hubiéramos percatado de la belleza que escondía.
Esto sólo lo sabe hacer él: José Antonio Duce, maestro de muchos fotógrafos, No necesita ni siquiera el Documento Nacional de Identidad porque está plasmado en cualquiera de las maravillas que ha inmortalizado. Basta simplemente, con contemplar una fotografía suya y saber quién hay detrás de la cámara.
De siempre ha hervido en su sangre esta pasión por el arte de la fotografía. Y no se detiene, busca la innovación, y nos hace volar la imaginación. Independientemente de la formación tan exquisita que tuvo, siempre va más allá, sorprendiéndonos.
El día de San Jorge lo vi con su cámara, por el Paseo de Independencia, buscando el instante, el momento preciso en el que pudiera plasmar el alma de cualquier pequeño detalle para, después, convertirlo en gigante porque dentro de sí lleva a un artista en toda la extensión de la palabra.
No voy a hacer mención de la cantidad de premios que tiene, porque son muchos, pero quien quiera conocerlos puede ir a www.joseantonioduce.com
Si no fuera porque sé que es una persona, aseguraría que sus fotos están hechas por un ser no terrenal. Tiene un don especial que sólo lo tienen muy pocos elegidos.
Mis palabras resultan muy pobres para expresar la grandeza de este hombre.
¡Sinceramente, gracias, maestro, por llevar esta tierra tan adentro y por el privilegio de tenerle!