Está previsto que empiece con un monólogo del cómico Chris Rock y puede ser divertido porque se espera que aborde el interesante hecho de que por segundo año consecutivo no hay candidatos de color entre las categorías que premian a los actores y actrices. Habrá que ver si igualará la conclusión a la que llegó el pasado lunes la USC Annenberg School de Comunicación y Periodismo: Hollywood aun es un club de chicos, chicos blancos, chicos blancos y heterosexuales.
Parece que nubes de incertidumbre amenazan la tranquilidad de los organizadores, que no parecen demasiado seguros de que los protagonistas se ciñan al guión y les dé por improvisar. Algo que no sería extraño si la Academia opta por premiar con la estatuilla dorada a algún activista como Mark Ruffalo. ¿Habrá política en esta edición? Ya veremos. Triste sería, claro está, que tal circunstancia condicionara los galardones más que el mérito que aspira a premiar. Otra posibilidad, la más probable si hacemos caso a mi opinión, que bien puede no estar en lo cierto, es que la improvisación (o su apariencia) forme parte del guión. Al fin y al cabo son actores, pueden hacerlo, saben hacerlo. Es que lo hacen, carai, lo hacen.
Por otro lado, también es cierto que, dado el caso, ello aumentaría la audiencia en muy provechosa forma crematísticamente hablando. Lo sabremos cuando lo veamos, si lo vemos, aunque podría ser una forma de compensar las llamadas a boicot que últimamente vienen sucediéndose. Algo de pimienta (ni que sea de manufactura artificial) e improvisación aligerarían el incómodo discurso de que los resultados de esta puesta en escena son cada vez más previsibles, interesados y anodinos.
¡Más madera! A ver cuánto más puede arder.
Yo, con gran pesar, tendré que perdérmelos porque quiero terminar la novela de Amin Maalouf en la que estoy sumergido.