Carles Puigdemont y Toni Comín: Eurodiputados

Carles Puigdemont y Toni Comín: Eurodiputados

Esta mañana y tras menos de 24 horas del fallo del TJUE sobre la inmunidad de Junqueras, los líderes catalanes recogen sus acreditaciones como eurodiputados.

Actualidad | 20 de diciembre de 2019
Pere Borràs

Tras el estrepitoso sopapo que ayer le propinó la justicia europea a ese lodazal de corrupción que muchos conocen como justicia española al respecto de la inmunidad de Oriol Junqueras, muchos se preguntaron, con razón, cuáles eran las posibles consecuencias.

La primera, la inmediata, la automática, fue poner de manifiesto que el famoso Judici del Procés se llevó a cabo sin las garantías legales mínimas que un proceso de tal magnitud debiera contemplar. El presidente de la mayor autoridad judicial de la Unión Europea, en tono de bronca y un correcto castellano para que lo entendiera bien clarinete quien lo tenía que entender, cosa que ni así parece haber sucedido, leyó la sentencia que confirma la inmunidad de los cargos electos al parlamento europeo en el mismo momento en el que se conocen los resultados. Dijo, en definitiva, lo contrario que los jueces, fiscales, políticos, opinólogos y medios españoles hicieron creer a los súbditos de Felipe VI. Fue una sentencia clara, sin tecnicismos, directa al grano, sin posibilidad de interpretaciones marcianas. España había violado los derechos de cargos electos europeos.

La segunda consecuencia tardó poco en llegar. El presidente de la eurocámara, David Sassoli, instaba al estado español a cumplir la puñetera ley ni que fuera una bendita vez. En esta ocasión no se trataba de echarle la bronca a España por sus continuas violaciones de derechos, que ya acumula unas cuantas. Esta vez el comportamiento parcial y corrupto del estado español estaba condicionando la configuración de una de las instituciones más importantes de la Unión, si no la que más.

La tercera consecuencia fue que ERC (y no solo ERC) reclamara la inmediata puesta en libertad de Oriol Junqueras y congeló las negociaciones que estaba manteniendo con el PSOE para facilitar una investidura que ahora va a complicarse, como si no estuviera siendo ya complicada.

La cuarta era bastante previsible: Opinólogos y políticos españoles acudieron en masa a los medios a hacer su trabajo: mentir. Dijeron que esto no tenía consecuencias, que Junqueras era un criminal, que la sentencia del Tribunal Supremo era válida... veremos, y veremos pronto.

Quinta: Faltó tiempo para que los más patriotas consideraran lo que no pasa de ser una sentencia jurídica impecable como una afrenta a la patria. Nació el movimiento #Spainxit (que pretendía sonar a Brexit pero que en realidad suena a pedo) proponiendo salir de la UE como si eso fuera algo que España se pudiera permitir económicamente y sin devolver el pastizal que le debe a Europa.

Y hoy, finalmente, por la mañana, Carles Puigdemont y Toni Comín, no como resultado directo de la sentencia sino por todo lo que ello implica, han podido, finalmente, ir a recoger las credenciales que los acreditan como diputados al Parlamento Europeo.

Solo ha pasado un día.


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