Sofía ha tragado cuernos, carretas y carros, ha comulgado con ruedas de molino, siempre sonriendo ante las cámaras lo mejor que podía. Ahora, el trabajo está hecho, su esposo, viejo, tropieza hasta con los muebles, y la muleta torera se la endilgará otra, porque ella no está para más fiestas. Ya no es reina, se ha hecho mayor y va a su rollo hace muchísimos años. Bastante tiene la mujer con el yerno imputado, la hija en entredicho y el escándalo Corinna, por no hablar del librito primo Letizia.
Yo no sé cómo puede sostener tantísimos chaparrones, pero le reconozco una postura inteligente y una imagen limpia de toda mancha. Sofía no pasa de largo, pero puede que sí de todo, porque no queda otra. A las penas, puñaladas. Hace muy bien abandonado al Borbón, aunque sea de forma no oficial. El tiempo pone a casa uno en su justo lugar.
Sofía ha reinado con una dignidad ejemplar, sola, cargando con toda la roña masculina del apellido Borbón. Siempre me gustó, lo confieso. Esa figura de mujer serena, ni fea ni guapa, correctamente peinada, elegante y culta. Le deseo lo mejor, puesto que lo peor ya ha pasado. España ha tenido una reina en condiciones y un rey que siempre nos dejó mucho que desear.