- ¿Quién ha sido tu mayor enemigo?
- Yo misma -respondió-.
Perdida entre sus pérdidas, tímida, inconsciente, casi hada sin madrina. Atrás aquella corona a la que renunció, sin príncipe azul, rodeada de cisnes negros, patitos feos y demás aves de rapiña. Azorada, entredicha, con palabra de honor como escote recto.
Creo que hizo lo que pudo, y lo mejor que supo. Despistada y ajena. Cuarenta películas, ahí es nada. Su imagen de virgen fosforescente que han adorado tantos y abandonado todos. No atiendo a los calificativos fáciles y socorridos de muñeca rota del cielo a los infiernos. Amparo ha sido una buena persona por encima de todo, y eso es imperdonable. Adoraba a los perros, era sensible y cándida. Demasiado corazón. Como ella misma tituló a sus memorias: La vida ha sido el precio, y no todo lo vivido es mierda. Se equivocó, como todos. Se extravió, como muchos. E interpretó, como tantos otros. Era una buena actriz, y habría sido más, de no ser por las espadas afiladas de la prensa rosa, que inventaron su muerte no hace mucho. Pero ahora es de verdad, porque se ha muerto. Que la fuerza te acompañe, Amparo. Y que todas las estrellas dibujen tu nombre en el firmamento.