Amaba la ópera tanto como su trabajo. El eterno profesor que nunca dejó de darnos clases. Decía ser muy austero, y en su casa siempre tenía café preparado para cualquier visitante. Puedo visionar sin ningún esfuerzo su salón del piso en la calle Santa Amelia.
Su marcha temprana nos ha dejado boquiabiertos, con un agujero en el corazón. Creo que era consciente del cariño que siempre le tuvimos, algo que se ganó a pulso. Era mucho más que un director. Un ser humano realmente valioso, cargado de razones que analizaba desde el más puro sentido común. Una persona que no necesita ser recordada, puesto que nadie la podrá olvidar. El verdadero recuerdo pasa por la ausencia del olvido, y Emilio es inolvidable. Continuará presente en muchas conversaciones, será mencionado mil veces a nuestros hijos y nietos como el "Señor Benavides".
Del Colegio Gaudí queda un solar que aloja entre sus piedras muchos años de vida, de lecciones, de patio y bocadillos. De adolescentes devorando la vida y aprendiendo materias. Aprobando, suspendiendo, recuperando y repitiendo. Emilio batalló hasta el final contra una mala salud de hierro. Su muro de facebook se ha llenado de alumnos, amigos, padres de alumnos y compañeros. De ramos de rosas, tenores y sopranos. Buen trabajo, profesor. La huella que has dejado siempre será profunda. Nos encontraremos en otra dimensión. Gracias por tanto.