Un suceso ocurrido recientemente, la muerte de un concursante en un absurdo torneo de resistencia al calor de una sauna en Finlandia, bajo temperaturas de más de cien grados, me ha hecho recordar lo que escuché hace algunos años en el mítico programa radiofónico La rosa de los vientos, del no menos mítico Juan Antonio Cebrián. La cosa trataba sobre los Darwin Awards. Como todos saben, el señor Darwin es el padre de esa malentendida y después desdicha teoría de la selección natural, en la que el medio va impidiendo que los seres menos adaptados sobrevivan, consiguiendo cada cierto tiempo que las distintas especies se vuelvan más perfectas. Esto, relacionado con la estupidez congénita que sigue acuciando (y por muchos años, mal que pese) al ser humano, deriva en una cuestión que raya lo surrealista de puro cómico: los Darwin Awards premian, una vez al año, a la muerte más idiota que, por ende, contribuye a la mejora del género toda vez que la Humanidad se ha librado de importantes rémoras intelectuales, esto es, los finados de la manera más idiota posible. Valgan unos ejemplos:
Cultura | 11 de agosto de 2010El 30 de agosto de 2006 el pastor Franck Kabele, de 35 años, dijo a su congregación que podía repetir el milagro bíblico andando sobre las aguas, y lo intentó en una playa de Libreville, la capital de Gabón. Como se comprenderá, el individuo ni anduvo ni sobrevivió al intento, porque ni siquiera sabía nadar.
En 1996 un campesino polaco, Krystof Azninski, pretendía pasar a los anales de la Historia como el hombre más "macho" de Europa al decapitarse él solo. El tipo, de 30 años, había estado bebiendo con amigos cuando alguien sugirió que se desnudaran y jugaran a "juegos de hombres". Para ello, al tal Azinnski no se le ocurrió otra cosa que apostar quién era capaz de cortarse la cabeza con una motosierra. Y ganó.
En 1992, Kolatepis n Barger, de 47 años, se disparó accidentalmente y murió en Newton, Carolina del Norte, EEUU, cuando, al despertarlo el sonido del teléfono al lado de su cama, trató de alcanzar el teléfono pero en vez de eso cogió una pistola Smith & Wesson .38 Special, la cual se disparó al acercársela al oído.
Seguro que ustedes se ríen, pero todo son casos verídicos (visiten la página oficial www.darwinawards.com o http://desgraciashumanas.blogcindario.com/2007/06/00269-premios-darwin.html).
La estupidez humana no conoce límites. Dejo para otro artículo, más allá de la mera exposición, la impresión que todo ello me causa.