La fascinación por estos "animalitos" me trae a la mente su origen, bien claro para los que recuerden el poema épico. No eran los seres submarinos que recordamos de alguna producción de dibujos animados, no: se trataba de seres alados y con uñas y con rostros arrugados, de lo que se deduce que bastante desagradables. Sólo había en ellas un resto de seducción: su canto. Fue por ello que los marineros ataron a Odiseo al mástil y se pusieron cera en sus oídos para así no escucharlas en lo que hubiese sido su seguro naufragio.
Sólo años más tarde los mitos escandinavos convirtieron a las sirenas griegas en los seres con cola de pez y aspecto humano que salvaban a los marineros en los naufragios.
Hubo un libro también llamado Ulises que emplea este símbolo para reflejar el lenguaje gastado en una noche de Dublín. Y es que, según contaba el propio Joyce, este capítulo estaba compuesto a imitación de ciertas "noveluchas" poco recomendables, imitando su estilo y condición. Pero, por suerte o desgracia para el irlandés, el resultado terminó por conformarse bastante lírico (que me temo que era lo que pretendía).
A las cuatro y media en punto termina el capítulo.
Camareras y prostitutas de medio pelo, un cura y algunos personajes más rodean a Bloom.
Los mitos cambian pero permanece la esencia.
Escuchamos los cantos de sirena en el capítulo en forma de burla como también sentimos ecos de cierta ironía en el poema homérico: los seres informes ya estaban allí, y sólo años más tarde la mitología popular decidió convertirlos en seres cuasi-angelicales. Al final del capítulo, Bloom termina "caballerosamente" con algo que ni las buenas maneras ni el espíritu lírico de este artículo me permiten escribir.
¿Recuerdan a las lamias? Seres que atormentan a los que duermen y que les roban el más preciado de sus tesoros: ¿el alma? Es el viejo, también mito, de Fausto y su Margarita: ¿entrega Fausto el alma a Mefistófeles a cambio del amor? Me temo que existe una lectura mucho menos lírica y, a la vez, mucho más en consonancia con el espíritu romántico (el de verdad, no el mal llamado "romántico" de novela rosa): Fausto entrega su alma por alcanzar una deificación en vida y es esto lo que le lleva a caer en el delirio de los cantos siguientes.
Cantos, siempre cantos. ¿Robó el alma Mefistófeles o fue la propia Margarita la gran tentación como lo fue Circe de Odiseo? Fueron los marinos convertidos en cerdos e, incluso y para más burla, Ulises tiene un hijo con la hechicera antes de poder escapar de la isla.
Demasiados puntos en común: la tentación y la caída y la redención. "La vida es pecar, arrepentirse y volver a empezar" ("Stephen Dedalus en 'Retrato del Artista Adolescente'" ¿James Joyce en su propia vida?).
El mito sirve, como diría Aristóteles, de catarsis y nos adivina lo que un día fuimos como dijo Graves, siempre consagrado a su diosa blanca en forma de sirena o de vieja camarera irlandesa.
Al final, todos terminamos por encontrar a La Musa de siete rostros en una vieja taberna de Dublín o en el más profundo de nuestros sueños.
El caso, siempre, es no dejar de soñar.
Y escuchar la música.
Para nunca más volver a despertar.
Creo que "La Vieja Sirena" me vuelve a llamar.
No quiero que me encuentre dormido.
Para nunca más volver a despertar.