Congelar pencas de acelgas rebozadas

Congelar pencas de acelgas rebozadas

Congelar las pencas de acelga rebozadas es una buena forma de mantenerlas durante más tiempo, para tomarlas cuando queramos. Pero hay que saber cómo hacerlo.

Cultura | 11 de abril de 2020
Pere Borràs

Las acelgas son un cocktail de nutrientes beneficiosos para la salud. Son ricas en vitaminas y minerales, contienen antioxidantes y refuerzan los huesos y blablablá. Que son muy buenas, en resumen.

Una de las partes de las acelgas son sus pencas, que pueden rebozarse y congelarse, aunque para ello hay que seguir algunos pasos para que conserven sus propiedades beneficiosas para la salud.

Esta receta, apta para veganos pues no usa huevo para rebozar, consta de varios pasos y, aunque parezca más tediosa que simplemente lavarlas y congelarlas, nos asegura que se mantendrán ricas y con todas sus propiedades durante más tiempo.

Ingredientes para congelar pencas de acelga rebozadas

  • Acelgas
  • Semillas de lino
  • Agua
  • Hielo
  • Sal
  • Pan rallado

Pasos a seguir para preparar, rebozar y congelar las pencas de acelga

Limpiar bien las acelgas para librarlas de cualquier resto de tierra o producto que puedan tener adherido.

Separar las pencas de las hojas.

Deshebrar las pencas. Esto se hace usando un cuchillo para hacer una incisión en un extremo de la penca y tirando de él para retirar la capa de hebras que la cubre. Realizar el mismo paso por ambas caras de la penca.

Poner a hervir un puñado de semillas de lino en agua.

Remover durante unos minutos hasta que el agua adquiera una viscosidad similar a la de la clara de huevo, retirar del fuego y colar, conservando el agua viscosa.

Poner hielo en un recipiente mediano con agua para que esta se vaya enfriando.

Cortar las pencas de las acelgas en longitudes de unos 3 cm de largo.

Poner agua a hervir.

Cuando esté hirviendo, verter las pencas en el agua y dejar hirviendo dos minutos (no más).

Retirar del fuego, colar e introducir las pencas recién hervidas en el recipiente de agua con hielo. Con esto interrumpimos bruscamente el proceso de cocción para que mantengan sus nutrientes.

Batir el agua viscosa que hicimos como si fuera huevo con una pizca de sal.

Retirar las pencas del agua helada y meterlas en el agua viscosa recién batida.

Rebozar las pencas en el pan rallado e irlas depositando en una bandeja limpia sin que se toquen entre ellas.

Meter la bandeja o bandejas con las pencas rebozadas en el congelador durante unas dos horas. Este paso es necesario, puesto que si las ponemos a congelar juntas directamente en un recipiente o bolsa, se pegarán entre ellas y luego no habrá Dios en el Olimpo capaz de separarlas para freírlas.

Pasado ese tiempo, podemos retirar la bandeja e introducir las pencas en recipientes o bolsas aptas para congelación y volver a meterlas en el congelador, que ya no se pegarán.

Siguiendo este proceso, pueden aguantar en el congelador hasta un año manteniendo sus propiedades.

Cuando queramos consumirlas, bastará con que pongamos aceite a hervir y las podemos freír directamente retiradas del congelador.


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