Un escritor llamado Pablo Blas

Un escritor llamado Pablo Blas

De Escrito en un Libro lo dije casi todo: Jaque al Rey, Sandra Mozarowski. Pero no de su autor oficial, Tom Farrell.

Cultura | 28 de enero de 2013
Consuelo G. del Cid Guerra

Simplemente -porque- entonces no sabía nada más. El libro llegó a mis manos de forma un tanto extraña, pero estoy acostumbrada a los hechos más inverosímiles, por tanto, me sorprendió poco recibir un sobre con semejante ejemplar. Lo devoré en un par de horas, sin poder abandonar su lectura ni por urgencias biológicas. A eso se le llama estar atrapada.

Sola en el salón de mi casa, las exclamaciones acudían sin cesar: Oh, tremendo, qué historia, quién será este tipo, qué bien escribe, qué valor...

Un estilo único, incomparable. Directo al grano más osado. Y lo más importante: Talento. Ese don tan sumamente escaso del que se precia cualquier recién llegado autolaureándose bajo no se sabe qué criterio externo. No es el caso.

Tom Farrell era un seudónimo, y de eso siempre estuve convencida. Nadie podía publicar con su propio nombre semejante historia. Una novela breve que pone los pelos de punta. Dos veces buena. ¿Quién es Tom Farrell?...

Pocos meses después de la publicación de mi artículo, recibí la carta de una mujer, o -mejor dicho-, Tom Farrell se dirigía a mí bajo otro nombre que tampoco era el suyo. Lo sabía, y me lo dijo. Me habló de otro libro "La señal de Caín". El título, más que sugestivo, prometía demasiado. O será que yo misma prometí no creer en la posibilidad de que fuera superior a Escrito en un Libro. Imposible, pensé. Es imposible superar semejante maravilla. Pero me equivoqué.

Iniciamos una frecuente relación epistolar. No como las de antes, puesto que nos escibíamos vía correo electrónico. No me preocupaba saber la verdadera identidad de Farrell. Ni siquiera por curiosidad o misterio. Me interesaba su obra, que no es poco. El autor. La persona que bajo ese seudónimo era capaz de haber escrito algo semejante con una maestría extraordinaria.

Recomendé el libro a todos mis amigos, conocidos y circundantes. Puesto que no se encontraba disponible en ninguna librería, sólo era -y es- posible comprarlo a través de la red. Las entregas se retrasaban demasiado.

-¿Pero qué pasa con este libro?...Publicado, sí, pero no publicitado. Parece que no le conviene a nadie que tenga repercusión. En parte lo comprendo, porque se armaría la de san dios es cristo. Que la cosa es muy gorda, pero que muy gorda...

Aquel nombre de mujer que se escondía tras Farrell, me envió un manuscrito. Era La Señal de Caín. El sobre, enorme, adjuntaba una carta en la que finalmente me revelaba su verdadera identidad, imagino que a semejantes alturas, confió en alguien.

Un escritor no acostumbra a ayudar a otro. Muy pocos se arriesgan a la posibilidad de ser superados. La deformación profesional o personal atraviesa largos cauces de envidia, ego, consagración creída y crítica salvaje acompañada de ataque sin piedad cuando se tercia.

-Este tío es muy bueno. En realidad, un genio. Tiene estilo propio, sabe manejar las historias, crea angustia, suspense, curiosidad...es una bestia. Lo mejor que he leído últimamente.

La Señal de Caín, su segunda novela, fue devorada en el acto, tanto, que al finalizar su lectura ,empecé de nuevo con el único fin de recrearme en ella. Superior. Sí, superior. Maestra.

Me reservo el argumento y su contenido puesto que verá la luz en poco tiempo. Atrapa con tal pasión que sus personajes ?reales- parecen estar a punto de resucitar ?los muertos- para justificarse, y ?los vivos- para emborracharse en el acto.

Conocí personalmente al autor en Octubre. Me esperaba en Madrid con un libro entre las manos :La biografía de una de las protagonistas de La Señal de Caín.

Se llama Pablo Blas. El escritor que consiguió mi más absoluta admiración con dos obras extraordinarias.


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