El Caos Seductor

El Caos Seductor

"Queridos visitantes, bienvenidos a Egipto y su capital. El chófer de nuestro bus, por supuesto que no tiene licencia de conducción; pero es uno de los mejores que tenemos". Con esas palabras de recibimiento, nuestro guía nos introdujo en la increíble atmósfera de El Caos o El Cairo, que no es lo mismo pero es igual, para luego proseguir: "Como ven, aquí se puede manejar de noche sin luz, aunque no sin tocar el claxon. Los múltiples semáforos y señales de trafico de la cuidad deben interpretarse como un elemento decorativo".

Egipto | 23 de abril de 2009
Lalo de la Vega

Con 13 millones de habitantes y un crecimiento anual de aproximadamente medio millón El-Káhira ("la victoriosa" en árabe) es al mismo tiempo la metrópoli más grande de África y del mundo árabe. Al igual que otras megas ciudades del tercer mundo, la población aumenta constantemente por la alta natalidad y la inmigración de los campesinos que busca de mejores condiciones de vida. La capital ha crecido tanto que, contemplando las luces de la ciudad desde el aire, pude comprobar asombrado que las famosas pirámides ya se encuentran dentro de los límites urbanos.

En el aeropuerto habíamos observado el loco ir y venir de los maleteros, vendedores ambulantes, personal de a bordo y grupos de viajeros. Mientras los guías hacían malabares para buscar a sus excursionistas y llevarlos sus respectivos hoteles, los recién llegados tenían el más perfecto desconocimiento de donde estaban metidos. En medio de la algarabía una turista gritaba asombrada que su equipaje se le había perdido. Visto desde la distancia, creo que lo asombroso es que no se hubieran perdido más. No obstante, al salir a la calle y ver a miles de árabes sentados en las aceras esperando durante horas por sus paquetes y equipajes, la salas del aeropuerto reservada a los privilegiados exploradores occidentales nos pareció un remanso de paz.

En las calles transitables impera la ley de la selva y milagrosamente apenas ocurren accidentes. En los barrios conviven codo con codo la fortuna espectacular y la miseria espantosa. No es inusual ver edificaciones ultramodernas rodeando las tradicionales mezquitas árabes, viviendas muy humildes cerca de palacios con jardines o lujosos autos ultimo modelo junto a carretones que transportan hierba para caballos. Las conservadoras tradiciones musulmanas y las propagandas de Internet y teléfonos celulares se dan la mano en este interminable enjambre bullicioso no apto para los débiles cardiacos. ¡No hay que ser un chofer sino un artista para manejar dentro de esa jungla del asfalto y poder llegar vivo al otro lado! Así que el sabor a aventura ya estaba garantizado, aun si haber visto ninguna de las muchas atracciones de la ciudad... y allí hay mucho que ver.

La capital es relativamente joven, solo seis siglos, y no tiene nada que ver con el imperio de los faraones, pues fue fundada por los árabes, miles de años después. Aparte de las pirámides, que son un capítulo aparte, El Cairo tiene muchas cosas interesantes que ofrecer: Los templos árabes de la ciudadela, antiguas iglesias cristianas en la parte vieja, las edificaciones europeas de la época colonial inglesa y francesa y los monumentales rascacielos a orillas del Nilo. En el centro se destaca el famoso Hilton Nile, que al igual que el Habana Libre (antiguo Havana Hilton) o el Hilton Fontain Blue de Miami, es toda una leyenda. No es el hotel más moderno ni el más grande de la ciudad, pero conserva esa aureola de los años 50, situado en una posición muy estratégica entre el Nilo y el Museo Nacional Egipcio.

Este museo, célebre en todo en mundo por conservar los tesoros de la tumba de Tut-Anhk-Amón, ofrece la más completa exposición sobre la vida de la antigua civilización. Es muy impresionante el ver la archifamosa mascara de oro y piedras azules del faraón, símbolo del arte del Arte Egipcio. No obstante, me llamó mucho la atención una pequeña sala que pasa inadvertida para la mayoría de los visitantes. Allí se muestran objetos que pertenecieron no a los grandes soberanos, sino a los egipcios humildes, los simples mortales que sirvieron al monarca toda su vida. Puede observar como desde hace seis milenos ya poseían peines, tijeras, juguetes, cuchillas de cirugía, bisagras, instrumentos de medición, agujas, dedales, joyas, espejos, cosméticos, perfumes, ropa interior y carteras que asombrosamente no se diferencian mucho de sus funciones y diseño actuales. Los habitantes actuales del planeta hemos heredado de una u otra forma rasgos de aquella cultura. Todos tenemos algo de Egipto.

Un día, luego de andar curioseando sin prisa por las principales calles de la cuidad, alquilamos una lancha, ya en la noche, para pasear por el Nilo. Las luces de las edificaciones de la orilla reflejadas en las aguas transmitían pura poesía. Las palmeras de la ribera se dejaban adormecer por la brisa del río y algunas parejas de en enamorados se sentaban junto al cauce a ver el retozar de las olas. Desde entonces el Cairo ya no me pareció tan caótico.


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