En su época de esplendor, la capital de todo el Alto y Bajo Egipto estaba en Tebas y tenía una compleja estructura que la subdividía en tres partes. Luxor, "La Ciudad de las Mil Puertas", está situada en la margen este del Nilo.
Tres kilómetros más al Norte se encuentra Karnak, donde a lo largo de varias dinastías faraónicas se fue construyendo un enorme complejo de templos, el centro religioso más grande e importante del imperio, una ciudad sagrada a la cual solo tenían acceso los sacerdotes y los propios faraones, que eran considerados como dioses por el culto egipcio.
En Luxor vivían los simples mortales y otros no tan simples, pues allí se levantaban también los palacetes y las residencias de los ministros y los grandes funcionarios del gobierno. Por lo visto los burócratas han sido privilegiados desde tiempos inmemoriales. Junto al río y en el centro de la ciudad, todavía se puede admirar el Templo de Luxor, adonde los faraones venían una vez al año desde el Templo de Karnak en procesiones religiosas, ya fuera el barco por el Nilo o a través de la impresionante Alameda de Esfinges de tres kilómetros de largo, de la cual aún quedan algunos tramos visibles. En todos estos templos se erigieron numerosas estatuas a los dioses y faraones, así como múltiples obeliscos de granito, traídos desde las canteras de Assuán en el Sur, con las puntas revestidas de plata. Los pisos interiores de los templos estaban cubiertos de oro y las columnas decoradas con relieves y jeroglíficos de vivos colores, por lo que no es difícil imaginarse el panorama "reluciente" de estas instalaciones religiosas.
Hoy en día, pese al paso de los siglos, no deja de ser impresionante el caminar por la sala de las columnas del Templo de Karnak, que aunque desprovistas de su antiguo brillo, no dejan de elevarse como majestuosas y esbeltas espigas de lotos, papiros y otras plantas del Nilo. Esas torres de piedra parecen mecerse al viento a pesar de que algunas de ellas alcanzan varios metros de diámetro.
Para los antiguos egipcios, la religión era más importante que la vida diaria; por eso construyeron las pirámides y los templos con grandes bloques de piedra, que han sobrevivido hasta nuestros días. Sin embargo, sus casas y palacios fueron hechos con madera y ladrillos de barro que no aguantaron el desgaste del tiempo, por lo que hoy quedan los restos de los templos de Karnak; pero no de las residencias de Luxor.
Cruzando el río, se encuentra la tercera parte de la vieja capital, llamada Tebas Occidental o Ciudad de los Muertos. Cuando dejaron de construirse las colosales pirámides, los faraones pasaron a ser enterrados en el Valle de los Reyes, donde a principios del siglo XX se descubrió intacta la mundialmente famosa tumba del rey Tut-Anhk-Amón, la única que, milagrosamente, no fue vaciada por los ladrones, que durante siglos se dedicaron a traficar con las reliquias fúnebres. Allí, a los pies de enormes montañas del desierto de la parte oeste del Nilo, se enterraban con todos los honores a las momias en sus sarcófagos, cubiertas de adornos de oro y rodeadas de ofrendas a los dioses para la vida del más allá. En los largos corredores de las tumbas se describían, mediante jeroglíficos y grabados, la vida y obra de los difuntos. El "Valle de las Reinas" estaba destinado a las faraonas, los príncipes y demás miembros de la familia real, mientras que las "Tumbas Privadas" se reservaban a los altos funcionarios del gobierno. Existían otros enterramientos para otros grupos de la población, según su categoría social. Fue tan difundido el saqueo a las tumbas que incluso en algunas de ellas no se entra ya por la entrada "oficial", sino por las excavaciones hechas por los ladrones. También en Tebas Occidental se encuentran numerosos templos fúnebres dedicados al culto de los distintos faraones. Dentro de ellos, el más famoso, también al pie de las majestuosas montañas, es el templo a la reina Hatshepsut, que ha devenido en símbolo de Tebas y que no deja de asombrar a viajeros de todo el mundo por su arquitectura de líneas tan modernas que parecen ser del siglo XX. Precisamente, fue aquí donde, hace dos años, extremistas islámicos les dispararon a varios turistas. Este atentado, ampliamente difundido por la prensa internacional, produjo entonces una baja sensible del turismo y dio origen al macabro chiste de: "¡Venga a morir a la Ciudad de los Muertos!".
Ya hoy el flujo de visitantes ha alcanzado la cifra récord de cuatro millones anuales, y el atentado se ha convertido en una atracción turística más. Me impresionó mucho la monumentalidad de las montañas en las cuales están labrados los corredores de las tumbas, así como el hecho de saber que los actuales habitantes de "La Ciudad de los Muertos" son nada más y nada menos que los descendientes naturales de los asaltatumbas de antaño, solo que como ya no hay nada más por saquear, ahora se dedican a hacer hermosos objetos de piedra tallada para venderlos a los turistas.
Entre Luxor y Assuán navegan los famosos cruceros del Nilo, que se detienen, de vez en cuando, para visitar otros templos construidos en Esna, Edfu y Kom Ombo ¡donde vi cocodrilos momificados! Estas antiguas ciudades del imperio, reducidas hoy a pequeñas poblaciones, se encuentran adormecidas en un letargo de muchos siglos, y viven principalmente del turismo y la agricultura. Pero aún más inolvidable es la experiencia de disfrutar, desde la cubierta del barco, del fantástico panorama de las orillas del Nilo, con sus palmeras de dátiles y el verde intenso de los campos cultivados, tan cerca de las áridas arenas del desierto. ¡Vale la pena viajar a Egipto sólo por ver ese espectáculo increíble! Es un paisaje que se mantiene casi intacto desde la época en que los faraones hacían erigir monumentales estatuas y obeliscos en los templos sagrados del imperio egipcio.
Sin embargo, aunque nunca hayan existido las pirámides ni los faraones, basta solo la cristalina fascinación que despide el Nilo para hacer del Egipto uno de los países mas bellos de la tierra.