Con el escándalo que aquellas devastadoras fotografías levantaron en 2007, Isabelle Caro empezó a posar cual sirena modélica y parecía haberse convertido en el manual de las jóvenes atrapadas por ese maldito trastorno alimentario en que ella y sólo ella, era la reina. Toscani ha afirmado que no tenía talento y que -además- utilizaba su enfermedad para conseguir contratos. De su madre ha contado que se trataba de alguien "arrogante e interesado". Marie Caro se ha quitado la vida por el gran sentido de culpa que arrastraba tras el fallecimiento de su hija, que no quería ingresar en aquel hospital, y lo hizo finalmente casi forzada por ella. Ridículo y absurdo. La anorexia de Isabelle Caro, narrada en su libro "La niña que no quería engordar", parte de una madre depresiva, dominante y posesiva, que no aceptaba el crecimiento natural de su hija. El sentido de culpa por el último ingreso hospitalario no deja de ser una anécdota estúpida al no contemplar 28 años de vida con semejante cuadro. Sin embargo, la bandeja está servida. Madre e hija juntas de nuevo en otro mundo donde quizá consigan encontrar la paz, reconciliarse con el pasado y empezar de cero. También se sirvió la bandeja cuando Isabelle posaba para distintas firmas de moda. Escuálida, catatónica, sus dedos como sarmientos y una mirada extraña que se había perdido en el séptimo cielo. Mostrar todos sus huesos y el desnudo integral más impresionante que jamás se haya visto, era un mensaje de alarma social, útil y osado, que en su momento probablemente sirvió de algo. Pero a partir de ahí, la imagen se pudría entre sedas y tafetanes que daban la vuelta sobre escasísimas medidas convirtiéndola en momia.
Isabelle Caro no era modelo. Era una enferma que ha muerto víctima de su propio mal. Y probablemente el suicidio de su madre coloca el punto final a una historia espantosa.