WebM

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¿Y por qué es importante el formato webM? Voy a intentar contarlo añadiendo una pizca de historia reciente para que se comprenda debidamente, pero empezaremos con una rotunda afirmación: WebM permite acceder a contenidos multimedia a los usuarios de forma LIBRE. ¿En qué consiste eso? Aquí entramos en materia sobre la web. Vamos allá.

Tecnología | 28 de septiembre de 2011
Pere Borràs

Cuando navegamos por Internet, cuando vemos cualquier página web, en realidad estamos viendo lo que el navegador nos muestra. Hasta aquí, creo que es bastante obvio. Pero... ¿Qué es lo que nos está mostrando el navegador? El navegador, sea Mozilla, Opera, Chrome, Explorer o cualquier otro de los muchos que existen, en realidad nos muestra una interpretación de lo que recibe a través de la red, y la recibe en formato HTML.

El formato HTML, siglas de HyperText Markup Languaje (lenguaje de marcación de hipertexto), para entendernos, no es otra cosa que un lenguaje, el que "hablan" los navegadores, diseñado en su origen para ofrecer contenidos a través de los cuales se pudiera "navegar", yendo de aquí p'allá a golpe de enlace (de ahí lo de "hyper"). Un aspecto importante a destacar es que el HTML es un estándar. Y eso es bueno. Lo es porque define una forma universal de entenderse. Gracias a que las webs están en HTML, y a que este es un estándar, los desarrolladores de webs, los webmasters, en teoría, pueden mostrar la información que desean solamente ciñéndose a tal patrón. Eso hace que una misma web sea visible con distintos navegadores, en cualquier sistema operativo, no importa si usas Explorer o Firefox o Safari, Windows o Linux o Leopard. El acierto del asunto reside en que tal hecho nos libra de la hipotética situación a la que hubiéramos podido llegar en la que para ver una página, tuviéramos que usar un navegador y no otro. No es una situación tan descabellada; pasa con las videoconsolas. Intenten jugar un juego de PlayStation en una XBox. Les deseo la mejor de las suertes. En este caso, ha sido la industria la que ha impuesto sus formatos a sus lectores. O eres Play, o eres XBox.

Sigamos...

Obviamente -a nadie se le escapará- el formato y la riqueza de contenidos de la web que vemos hoy en día poco conserva, aparentemente, de la de los 90. El formato HTML ha sido objeto de cambios y, para ello, se han observado meticulosamente las necesidades de los usuarios frente a lo que la tecnología ofrecía. A medida que el ancho de banda crecía, HTML aceptaba más tipos de formatos introducidos en su código. Por ejemplo, la aparición del sonido en la web se presentó en cuanto el ancho de banda permitió transmitir el volumen de datos que el audio requiere, a la vez que los distintos algoritmos de compresión con pérdida empezaban a hacer aparición en el universo de lo existente. Lo de compresión con pérdida es importante llegados a este punto. Algoritmos de compresión ya existían, en base a la necesidad de ahorrar "espacio" de memoria, pero para información cuya integridad debía mantenerse intacta. Al presentarse la posibilidad de perder algo de información sin afectar demasiado a la percepción del mensaje (lo cual sucede con el audio y el video más que con el texto o los programas), la compresión con pérdida permitió abrir las puertas al envío de información mandando al traste parte de esta. Pondré un ejemplo bastante claro. Si entre dos fotogramas de un video, la cámara está quieta y el viento no mueve las nubes, o no las hay, la región del cielo que no se vea tapada por el notas de turno que pega brincos en el vídeo se verá igual. Si hace sol y estamos en el trópico, pues de un azul celeste precioso, en ambos fotogramas. Parte de la compresión con pérdida consiste en no enviar el color de los puntos de la pantalla que son iguales o razonablemente parecidos al fotograma anterior. Se dejan tal cual estaban y aquí paz y después gloria. Al enviar menos información por ahorrarnos la que es redundante o parecida, el video llega antes, va más rápido.

Seguimos con el audio. Lo que oímos es una onda. Esta onda llega a nosotros por el canal habitual, el choque de las moléculas del aire unas con otras. El sonido puede, digámoslo así, desglosarse en una serie de, llamémoslos ingredientes los cuales, a mayor o menor dosis de cada uno de ellos y debidamente cocinados, constituyen la señal que, convertida en energía cinética de las moléculas del aire, golpean nuestros tímpanos para que éstos conviertan esa energía cinética en impulsos eléctricos que luego nuestro cerebro se encargará de procesar. Una onda contiene bastante información y no toda llega a procesarse. Estudiar cuánta de esa información es útil, así como encontrar formas de abreviar la definición de esa información es lo que se conoce como compresión. La compresión con pérdida no es más que eso, unos algoritmos que desechan la información prescindible y abrevian la útil de forma tal que la definición de la onda "ocupe" menos. Y si ocupa menos, pesa menos, hay menos que transmitir y, a la misma velocidad, llega antes, más rápido.

En la locura de mundo que nos ha tocado vivir, los ingenios lógicos/matemáticos que permiten el milagro (no interpretar literalmente la palabra milagro si no es con la consciencia de ser, la literalidad en su interpretación, con mala intención además de no pertinente) son susceptibles de registro. Ello significa que, sin ser obligatorio, se puede hacer. La diferencia entre hacerlo y no hacerlo es, además de moral, filosófica e interesante, una de las bases más espectaculares entre progreso científico y dependencia tecnológica supeditada a la industria. Luego lo tocaré tangencialmente, en lo que concierne a este artículo, aunque merece ser desarrollado mucho más y a tal fin dedicaré, posiblemente, en el futuro, una entrada entera. Pero sigo con lo de abrir o no el algoritmo de marras al público. Esto significa que no es solamente ya la información transmitida lo que tiene derechos de autor, sino que el mismo mecanismo para transmitirla eficazmente se puede registrar (u ocultar, si no se hace público el algoritmo en cuestión).

Como los algoritmos, en un ordenador, deben procesarse, se escriben unos programitas en los que se delega el trabajo de comprimir o descomprimir la información de la forma que he dicho. Estos programitas son los famosos códecs (COdificador-DECodificador) sin cuya existencia no podemos ver o escuchar los contenidos multimedia que deseamos. A mucha gente, la ausencia de un códec determinado en el momento preciso, sin saber por qué no chuta el asunto, la puede llevar al borde de la locura. Lo sé. Lo he visto. No miento.

Volvamos al meollo de la cuestión. Si HTML es un bendito estándar, es porque existe un organismo encargado de que así sea. Este organismo, llamado W3C (consorcio de las 3 dlobleubles) es un puto santo a quien debiéramos poner más velas que al mismo JesuCristo. Existe porque lo parió Tim Berners Lee, Dios para los internautas. Santo Tomás Berners Lee desarrolló nada menos que la infraestructura lógica sobre la cual la mayor parte de vosotros ha construido el conocimiento que os convierte en las personas que sois; en otras palabras, lo que sabéis, mayormente aportado por la web a estas alturas de la película (asumo la juventud de la mayoría de mis lectores), y lo liberó al mundo para que todos podamos disfrutar de la web.

Lo que se está terminando de perfilar en la actualidad es la quinta versión del HTML, el HTML5, que viene a ser como la reputa hostia en vinagre, pero sin el como.

Resulta que una de las novedades que aporta esta nueva versión de HTML es una buena colección de tipos de contenido que vienen explícitamente definidos en su seno. Y uno de ellos, obviamente importantísimo, es el formato de video. Pues resulta que Apple y Microsoft apuestan por un formato de video que no va nada mal, el H.264, pero propietario (no es libre). Y San Google se ha gastado nada menos que 125 millones de dólares para liberar otro algoritmo, el VP8 desarrollado por On2 (en adquirirla se ha gastado la millonada esa) para incluirlo el contenedor webM que titula este post, que también es la polla en vinagre (y lo es más pasando por los ingenieros de Google), por la cara, a fin de que sea el estándar HTML sin las cortapisas de un algoritmo propietario en alta definición con dos cojones por banda, viento en popa, a toda vela y sin condón.

Y ahora pensadlo bien... ¿Quereis ser Play o XBox, o preferís ser vosotros mismos? Pues eso...


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