Patronato de protección a la Mujer

Patronato de protección a la Mujer

Afectadas de segunda clase, al parecer. Escasos documentos. Casi ninguna prueba, excepto las fotografías y nuestros propios testimonios. Ni un certificado oficial que acredite nuestro paso por los centros del Patronato de Protección a la Mujer, la Gestapo Española.

Opinión | 17 de febrero de 2016
Consuelo G. del Cid Guerra

Explotación laboral, régimen penitenciario oculto, presas de los 16 a los 25 años hasta 1895, en democracia. Las grandes olvidadas de una historia que se esfuerza por ser visibilizada. No queremos tribunal, sí tribuna. Nos asiste el derecho a contar y difundir. Mientras tanto, asistimos a los premios que se conceden actualmente a las órdenes religiosas auspiciadas por el Patronato. Y tragamos, pero no callamos. No tenemos muertas en las cunetas. No podemos cuantificar los suicidios que se produjeron entre los muros de los reformatorios disfrazados de conventos. ¿Protección a la mujer?...

Un sentimiento de vergüenza que todavía perdura en muchas a la hora de reconocer su paso por la institución. "No se lo digas a nadie, que no salga mi nombre publicado". En su derecho están. Dar la cara supone un alto precio, de eso puedo dar fe.

El régimen penitenciario oculto que se mantuvo en democracia, como si no pasara nada. Las guardianas de la moral paseando jardines, piscinas, bailes, cines, en busca de menores en actitud sospechosa. Detenidas. Encerradas. Presas. Afectadas de segunda clase, sí. Sobre el papel tiemblan todas las hojas. Centros de Observación y Clasificación donde se cuestionaba la virginidad como el don más preciado que serviría de excusa para ser destinadas al peor de los reformatorios. Redimir mujeres caídas o en riesgo de caer. Recuperar la dignidad. Continuamos bajo sospecha. Ladran, luego cabalgamos. Seguimos adelante, buscando documentación, aportando las pruebas que durante años buscamos sin descanso. Dicen haber destruido nuestros expedientes, y en los archivos históricos se araña por mera cuestión de suerte. Pero ya no estamos solas. Nos acompañamos en esta lucha que se presenta larga, tanto como la de las Magdalenas de Irlanda. Las Evas españolas seguiremos al pie de un cañón que algún día explotará en la cara de quien nos disparó siendo niñas.


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