Latrocinio de Planeta a Leonardo Urrutia

Eduardo Moreno Bergaetxe, conocido como Pertur, fue uno de los dirigentes de ETA político militar en los últimos años de la dictadura franquista e inicio de la Transición. Desapareció en 1976, en Francia. Su cadáver nunca ha sido encontrado.

Cultura | 06 de septiembre de 2015
Consuelo G. del Cid Guerra

Leornado Urrutia noveló el hecho histórico, ya que poseía datos muy interesantes que le llevaron a formular una hipótesis novelesca.

-La todavía inexplicable y misteriosa desaparición del etarra Eduardo Moreno Bergareche "Pertur" (Nunca se halló su cadáver) me llevó a idear que los inductores de su presumible muerte no fueron aquellos de los que se sospechaba ("Pakito" y "Apala") ni la extrema derecha, sino poderosos servicios secretos extranjeros interesados en mantener en Euskadi la violencia separatista. Sabido es que Pertur abogaba por la salida de la violencia y poseía como teórico del nacionalismo vasco mucho ascendente sobre los militantes de ETA, en especial entre los integrantes de los comandos "Bereziak", los encargados de las acciones violentas. Pertur trabajaba en la organización de una fuerza política y el abandono definitivo de la lucha armada. Sería después ETA político-militar la que siguiendo las tesis de Pertur dejaría las armas y daría paso a la fundación de Euskadiko Ezquerra.
Bueno, pues con todo ese lío idee una trama y creí que podía ser una buena novela. De modo que escribí ese relato, trufado de datos queme parecían interesantes y suposiciones que consideraba plausibles.
Así cuando la hube acabado me planté con el manuscrito bajo el brazo en las oficinas de Planeta y pedí hablar con el director literario de la editorial. Me sentía ufano y seguro, con esa seguridad un tanto inconsciente de mis veintipocos años.

Y tuvo suerte. El señor Rafael Borrás Betriu le recibió en su despacho, Leonardo comentó de qué iba la obra y pidió que valorasen su posible publicación.

-Mientras me hablaba muy cordialmente, reparé en que las gafas de concha negra que portaba sujetaban una de sus varillas con unas vueltas de esparadrapo ya bastante sucio con el tiempo, lo cual me extrañó en un hombre de su categoría y aparente prestancia. Pero bueno, lo importante es que me trató como digo muy amablemente y hasta me dio esperanzas con lo de la publicación, matizándome incluso que si hubiera que arreglar la obra podría hacerse. Y hasta con orientación y ayuda si ésta lo requiriese. Al cabo de unos diez minutos me despidió muy cortés diciendo que me llamarían en tres o cuatro semanas.

Salió de su despacho flotando. Lleno de sueños. Y esperó.

-Pasaron las semanas, más de cuatro y más de cinco y me decidí a llamar a la editorial. Pregunté por el señor Borrás. Pero el señor Borrás nunca se ponía al teléfono. Ya para entonces no me parecía tan educado. Y mucho menos amable. Hasta que a la tercera o cuarta llamada la secretaria del interfecto me dijo que podía pasar a buscar el manuscrito que le dejase al susodicho señor. Ante la petición de poder tener una entrevista aunque solo fuese de dos minutos con el para que me diera la opinión que me había prometido, la señora secretaria me dijo que la entrevista era imposible y que no insistiera, que me limitara a pasar a buscar el manuscrito.

Leonardo empezó a inquietarse ante semejante actitud.

-Tanto que el día en que fui a buscar mis folios, amorosa y pulcramente encuadernados, lo hice en un estado de paranoia agudo. Tan agudo que al salir de esas oficinas miraba para todos los lados de la calle, pensando que en cualquier momento me vendría a detener la policía para preguntarme en la comisaría por qué sabia yo esas cosas de ETA. Y yo temía que no bastaría con decirles que esas cosas estaban publicadas en los periódicos y las revistas y que lo demás era imaginación.
Pero no pasó nada de eso que mi estado paranoico suponía. Un estado paranoico propiciado especialmente por la desagradable y maleducada actitud del señor Rafael Borrás Betriu que no se dignó siquiera ponerse al teléfono para decirme que la obra no les interesaba en absoluto.
Pero cual no sería mi sorpresa cuando semanas mas tarde en un periódico leí que entre las novelas finalistas del Paneta de ese año, había una que a grandes rasgos trataba de un militante de ETA que quería salirse de la organización y por esa razón lo matan sus propios compañeros.

A partir de entonces, su paranoia tomó un camino más directo y certero: Le habían robado la idea.

-Fui a una notaría y deposite mi manuscrito suponiendo que estaba claro el asunto y que la obra premiada seria esa cuya idea central me fue robada.
Imborrable para mi fue el día en que me leí "Y Dios en la última playa" de un tirón, descubriendo atónito párrafos prácticamente idénticos (al menos en su sentido) de mi libro, en esas páginas de imprenta premiadas a un tal Cristóbal Zaragoza que curiosamente había sido también director literario de Planeta tiempo atrás.

Conserva todavía su libro. Y también la novela de ese plagiador llamado Cristóbal Zaragoza, al cual su latrocinio y el de Planeta fue demostrado en los tribunales pues, no solo le robó a Leonardo Urrutia, sino a Manuel Villar Raso, quien al tener su obra publicada sí pudo demostrar el plagio.

-Ocurrido eso evalué la posibilidad de emprender con mi acta notarial una demanda contra Planeta ante los tribunales, pero un amigo abogado me dijo que eso costaría dinero y que no podía garantizarse el éxito de la demanda. Con lo cual, aparte de esquilmado en lo literario, podría acabar esquilmado en lo dinerario.
De modo que pobre como era y sigo, me limité, (un poco como aquel) a mirar al cielo y musitar lo archisabido: "No hay justicia en este mundo"

Y menos para los pobres.

Cabe redordar el que la Editorial Planeta fue condenada a indemnizar con diez millones de pesetas a Manuel Villar Raso por haberle robado de su obra "Comandos Vascos" algunos párrafos y semblanzas de personajes por parte de Cristóbal Zaragoza, ese individuo que robó la trama de Leonardo Urrutia, semblanzas de personajes y también algún párrafo (la trama de la obra de Villar Raso ni la toca).


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